Artur Mas es el equivalente en tierra de Francesco Schettino en el mar. Schettino era el jefe del Costa Concordia, que el viernes 13 de enero de 2012 estaba pelando la pava con una moldava cuando el crucero alunizó entre arrecifes, accidente que se saldó con 32 muertos, 64 heridos y 16 años de prisión para el cretino de mayor rango a bordo, el capitán Schettino. Eso en la vida real, porque en la ficción Mas sería el Malcom Crowe (Bruce Willis) de El sexto sentido.
Aun así o por eso tiene más peligro que el Solitario merodeando un banco, Thelma al volante de un Cadillac o una horda de zombies en un centro comercial abandonado. Mas desencadenado ha declarado al Corriere della Sera que dispone de una declaración unilateral de independencia en el cajón de su mesa. No aclara si habla en sentido figurado o absolutamente en serio, extremo que tampoco sería de extrañar en un individuo tan superficial y supersticioso que hace cosas como ponerse los mismos calzoncillos y corbata en los días señalados, sea la boda de una hija o el 9-N.
El proceso separatista a veces es divertido y las más, cansino, pero nunca deja indiferente porque cada episodio es una suma antológica de desfachatez y deslealtad, de traición a la patria, a la auténtica y a la imaginaria, de ego y de desprecio por los catalanes y por el conjunto de los españoles. Nada puede ir más en contra de los intereses de los ciudadanos que sufragan los vicios de Mas que amenazar con dinamitar España en la prensa italiana. ¿La Liga Norte? ¿Berlusconi, dice usted? Sólo faltaba calzar la entrevista con un anuncio que dijera: "Inviertan en Italia, la mafia es catalana".
Sobre los anuncios, no les quepa la más mínima duda de que el Corriere se beneficiará de alguna campaña publicitaria de la Generalidad, aparte del tanto periodístico de presentar ante los pesimistas italianos a alguien más absurdo que Umberto Bossi y más crudo que Tony Soprano. "Si Madrid quiere retener a Barcelona, que nos ofrezca algo bueno", declara Mas al diario. Verde y con asas y banda sonora de Nino Rota. Carraspea y añade, "pero lo tendrán que votar los catalanes".
Defina "algo bueno", querido, y haber empezado por ahí. Ya es tarde, sin embargo. Su partido está en caída libre y sus socios democristianos se tirotean en la caja del ascensor. ERC se acerca a la monja Forcades y vira a Colau, que encabezará el 11-S en la Meridiana con un socialista a su derecha. Mas tal vez no sepa que dentro del sobre de la declaración de la república lo que hay en realidad es un mensaje que dice que se autodestruirá en los morros de quien lo abra.