A falta de 76 días para el 27 de septiembre, sólo se sabe que tal fecha caerá en domingo. La circunstancia es relevante en Cataluña porque es el día que Artur Mas marcó en rojo para celebrar las próximas elecciones autonómicas. El president lo anunció en enero, lo ratificó en febrero, lo juró en marzo, etcétera. Pero llegados a este punto de mediados de julio la convocatoria está en el aire y lo que era seguro hace un mes y casi seguro la semana pasada comienza a ser ahora un tal vez, un quizá y un quién sabe.
Raso y al pie, nadie quiere a Mas en su lista y Mas quiere que todos vayan en la suya, pero por detrás y a sus órdenes. El 27-S, según el antedicho, no es un día para celebrar unos comicios regionales sino unas elecciones plebiscitarias sobre el futuro de España. Plebiscitarias, nada menos. Agudo concepto carente de todo sentido en el caso que nos ocupa, puesto que, de celebrarse esas elecciones, servirían todo lo más y nada menos que para formar el parlamento autonómico de la XI legislatura en Cataluña. Pero no, a Mas no le parece suficiente, no le vale. Quiere forzar un escenario de ruptura en el que los electores no sean apelados por los partidos sino por una plataforma separatista con él al frente que obtenga una victoria tan incontestable que no le quede más remedio a Rajoy que negociar los términos del divorcio. Ese es el mojón de planazo que tiene Mas en el tupé.
Junqueras y Fernàndez, después de un atracón de perniles y en pose manguta, le han dicho a Mas que sí, que vale, pero que él no está invitado, que debería dar un paso atrás y dejar que la plataforma separata la encabece una monja, un cantante o una monja cantante que entrene al Bayern. Si el plan de Mas es una castaña, el de ERC y las CUP es todavía más alucinante. A saber: caso de que los indepes sin partido ganen las elecciones, se mantendría el actual gobierno autonómico con Mas al frente para que, acto seguido, convocara unas elecciones constituyentes de la nueva república, ya con todos las siglas soberanistas en liza. Lo de perder es que ni se lo plantean. Igual que Mas no se plantea hacer ni caso a la trampa de los saduceos. Pues menudo es. Y así estamos, echando pan a los patos entre las municipales y las generales.