La celeridad con que la fábrica de mentiras gubernamental y sus extensiones mediáticas han atribuido las últimas algaradas en España a la extrema derecha es un importante motivo para sospechar de tal autoría. Cinco minutos después del primer contenedor ardiendo, las turbas izquierdistas en las redes sociales reportaban una profusión de cruces gamadas y yugos y flechas que sólo existían en su calenturienta imaginación para las fake news, vulgo infundios, y en los titulares de urgencia de no pocos medios.
En Cataluña, TV3, La Vanguardia y los digitales golpistas mostraron en primer lugar su satisfacción porque al fin se producían unos graves incidentes en las calles de Barcelona no vinculados a la causa separatista. De ahí el entusiasmo con el que celebraron en segunda instancia la contundencia de los Mossos d'Esquadra, que son demonizados e insultados hasta por los miembros del Gobierno regional cuando les toca reprimir a los cachorros de Puigdemont y Torra, los miembros de los Comités de Defensa de la República.
Por primera vez, y dada la supuesta participación de la presunta extrema derecha en los disturbios, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, o un consejero regional de Interior, Miquel Sàmper, han condenado la violencia, llamado al orden e instado a los Mossos a actuar con la máxima dureza. Tras años de contemporizar con la violencia separatista, cuando no de justificarla y jalearla, resultan conmovedoras las apelaciones al orden público y la ley de esta clase de personajes.
Pasada la sorpresa inicial, la hipótesis de una extrema derecha renacida al calor del malestar con las restricciones del coronavirus se ha quedado en el típico bulo izquierdista. Los portavoces policiales sólo atisban unos pocos vándalos aislados vinculados a grupos de gamberros futbolísticos incrustados entre los radicales antisistema de extrema izquierda. Salvo que gritar "Gora ETA", como ocurrió en Vitoria, sea ahora de extrema derecha, no hay evidencias de grupos fascistas organizados al frente de los tumultos, por mucho que lo digan Pablo Echenique o Dina Bousselham en el diario que le ha puesto Iglesias. Tampoco parecen muy de extrema derecha los okupas o los que se tapan la jeta con caretas de Guy Fawkes, convertido en símbolo por los nada ultraderechistas miembros de Anonymous.
Otra cosa es que desde el PSOE y Podemos se intenten atribuir los desórdenes y saqueos a Vox. Un miserable mensaje en Twitter de Echenique ilustra al respecto:
Otra noche de disturbios provocados por nazis y fascistas y alentados por los socios de PP y Cs en Murcia, Andalucía y Madrid.
— Pablo Echenique (@pnique) November 1, 2020
Si acaba habiendo un atentado terrorista de extrema derecha, ¿PP y Cs romperán sus acuerdos con VOX? Lo dudo. Los tienen atrapados en la foto de Colón. pic.twitter.com/IzoM4vTqDn
Ya están tardando Vox, PP y Ciudadanos en denunciar a Echenique en el juzgado de guardia. Pero no es previsible que eso ocurra porque la izquierda de los bulos tiene bula para insultar y para practicar la violencia callejera con la excusa de las "alertas antifascistas".