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Pablo Planas

La España ‘proponida’ de Garzón y Hasél

Para estos iletrados que han llegado a ministros de la mano del PSOE, España no es una democracia.

Para estos iletrados que han llegado a ministros de la mano del PSOE, España no es una democracia.
Pablo Iglesias y Alberto Gazón. | EFE

En la España del ministro Garzón y el artista Hasél, el principio de autoridad es un chiste, una broma, un vago recuerdo del pasado, cuando había un cierto respeto por los bienes públicos y la propiedad privada. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es incapaz de reconvenir al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que en un alarde de incendiaria irresponsabilidad justifica la extrema violencia del separatismo y la izquierda encapuchada tras el encarcelamiento del antedicho Hasél. 

Ambos, presidente y vicepresidente, están a la altura de la alcaldesa antisistema, Ada Colau, el incompetente y risible consejero de Interior de la Generalidad, el desaparecido vicepresidente autonómico Aragonès, la delegada del Gobierno en la región, muda perdida, y el ministro Marlaska. La ineptitud es oceánica, pavorosa, colosal.

Puede que en Unidas Podemos no alcancen a hablar más de cinco minutos sin que se les escape un "habemos proponido", pero son un artistas en el manejo de la propaganda. De ahí que las almas cándidas estén convencidas de que el rapero está en el trullo por rapear contra el emérito. Para que lo entienda hasta Eduardo Garzón, Hasél está en la cárcel porque después de ser condenado por enaltecimiento del terrorismo se suspendió la aplicación de la condena siempre que no volviera a delinquir. Pero como la cabra tira al monte, el señorito Rivadulla, de la alta sociedad de Lérida, asaltó el rectorado de la universidad de su ciudad, agredió a un cámara de TV3 y en otro expediente amenazó de muerte al testigo de un juicio, entre otros delitos.

Pero da igual. Para estos iletrados que han llegado a ministros de la mano del PSOE, España no es una democracia, los separatistas que pegaron un golpe de Estado en 2017 son "presos políticos" y Juego de Tronos es la obra cumbre de la cultura occidental. No merece la pena perder el tiempo en explicaciones. Es más práctico prepararse para lo que viene.

Y lo que viene, destruidas las nociones de la ley, el orden y la autoridad, es la erradicación absoluta de la seguridad ciudadana. Así es que estos ignorantes que se pasan el día hablando de la sanidad y la educación pública están poniendo los cimientos para que en pocos años España sea como esos países en los que quien puede permitírselo habita en urbanizaciones protegidas por ejércitos privados metralleta en ristre mientras que el resto hace lo que puede para que no le maten por un teléfono móvil, un reloj o el carrito de la compra. Como en Argentina, México y Venezuela, sí, Venezuela, el paraíso de los chorizos bolivarianos. 

Peroran sobre cambios de modelo policial y pretenden que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, incluidos los Mossos, afronten la violencia de los encapuchados con abrazos y besitos, que sean permisivos con el pillaje, tolerantes con los pirómanos, amables con quienes destrozan patrimonio público y privado y apedrean a los vecinos que arrojan agua sobre los contenedores en llamas. Y todo con la excusa de un tipejo que nada más entrar en la cárcel ha pedido una celda individual. ¿Y qué más, majo? ¿Un colacao antes de irte a dormir?

Odian y desprecian a la misma policía que les protege porque quieren que el orden público esté en manos de sus escuadrones de matones, de sus guardaespaldas de confianza, de sus vanguardias revolucionarias, de los mismo tipos que ahora tratan de acorralar a los agentes, los apalean con señales de tráfico e intentan abrasarlos con bengalas, petardos y cócteles molotov. Los separatistas y la izquierda podemita quieren que los Comités de Defensa de la República (CDR) sean agentes de la autoridad y llevan camino de conseguirlo. De seguir la deriva, en menos de lo que imaginamos pasarán de las barricadas a llevar placa y pistolón.

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