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Pablo Planas

La deserción del Estado en Cataluña

Los ciudadanos de Cataluña que no son nacionalistas han sido abandonados por el Estado.

Los ciudadanos de Cataluña que no son nacionalistas han sido abandonados por el Estado.
Pedro Sánchez y Pere Aragonés se saludan en un acto con la patronal catalana. | EFE/Andreu Dalmau

Los ciudadanos de Cataluña que no son nacionalistas han sido abandonados por el Estado. La irresponsabilidad del Gobierno es clamorosa, pero no nueva. Rajoy, por ejemplo, creyó que para aplacar al separatismo bastaba con que Soraya Sáenz de Santamaría se montara un despacho en la Delegación del Gobierno en Barcelona y se dejara hacer cucamonas por la espalda por parte de Junqueras, cuyo becario más pelota y radical es ahora el presidente de la Generalidad.

El colofón de aquel disparate fue alojar a los policías nacionales y guardias civiles que debían hacer frente al golpe de Estado en fondas de mala muerte o, aún peor, en cruceros de recreo decorados con dibujos animados de la Warner. Que los responsables de semejante desatino no hayan sido juzgados demuestra la debilidad del Estado. El desahogado Mariano dice que se hizo lo que se pudo y que salió bien. No, no salió bien y a los policías, a falta de otras alternativas, habría que haberles dado techo en hoteles de cinco estrellas y que la factura la pagaran los golpistas.

La ajustada actuación policial durante el 1 de octubre, el impecable discurso del Rey del día 3 y la manifestación del 8 de octubre que reunió a más de un millón de personas en Barcelona frenaron en seco el golpe. Y en nada de eso tuvo arte o parte el Gobierno. Cuatro años después, el coronel de la Guardia Civil que dirigió el excelente operativo contra los golpistas, Diego Pérez de los Cobos, ha sido represaliado por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, mientras que el sujeto que más hizo por entorpecer su labor, el jefe de los Mossos Josep Lluís Trapero, sigue al frente de la policía regional. Cuatro años después, el Gobierno de Sánchez no hace más que ponerle zancadillas a Felipe VI y hasta llegó a prohibirle que viajara a Barcelona el año pasado a presidir la entrega de despachos judiciales para que no se enfadara un personaje como Quim Torra. Y cuatro años después, el Gobierno de Sánchez y el PSC han hecho todo lo posible y lo imposible por desmovilizar al millón de personas que plantaron cara al separatismo en una emocionante exhibición de resistencia y coraje.

Así es que, como ocurrió con ETA, los separatistas fueron derrotados, pero han ganado. Sus principales cabecillas han sido indultados, Puigdemont goza de protección judicial en media Europa (Bélgica, Alemania, Francia e Italia), después de un 155 lamentable siguen al frente de las instituciones autonómicas, convertidas definitivamente en arietes golpistas, y vuelven a pisotear a la población que no se deja asimilar por el separatismo. Son unos cobardes, pero no tan idiotas como parecen personajes del relieve del mosso Albert Donaire, el pobre desgraciado que pide hacer bullying al niño de cinco años cuyos padres han solicitado la aplicación de la resolución del Tribunal Supremo sobre el 25% de clases en español. Sí, está en la red. Donaire no se corta. Todo lo contrario. Saca pecho. Y Trapero le protege y le mantiene en su desempeño policial. Igual que el consejero de Interior, el exsocialista Joan Ignasi Elena.

Están esperando que se den las circunstancias idóneas para volver a intentar la secesión. No lo ocultan. Es el "lo volveremos a hacer" de Jordi Cuixart. Mientras tanto, se niegan a vacunar a policías nacionales y guardias civiles hasta que reciben un apercibimiento judicial. O acosan a la referida familia, campaña de hostigamiento alentada por el Gobierno regional y por el consejero de Educación, un radical que se ha catalanizado los apellidos, tal es su odio a España. Sí, el amigo Josep Gonzàlez-Cambray, antaño José González Cambray. Es una marca de ERC. ¿Se acuerdan de Josep Lluís Aquí y en la China Carod-Rovira? Pues lo mismo. Igual que Aragonès. El acento les delata.

¿Y dónde está el Gobierno cuando una familia sufre semejante señalamiento en Cataluña? Debatiendo con un indecente y chulesco Rufián el destino de los impuestos que pagan todos los españoles. No hay derecho. Ni Estado en Cataluña, lo que explica el desamparo de esa familia y que hasta en los ayuntamientos gobernados por los socialistas se haya arriado la bandera de España.

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