Jesús María Barrientos, el presidente de la sala que juzga al trío Mas, Ortega y Rigau, también lo es del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) desde el año pasado. Se saben pocas cosas del magistrado. Es miembro de la Asociación Francisco de Vitoria, partidario de no judicializar el proceso separatista, de reformar la Constitución para el "encaje" de Cataluña en España, natural de León, aficionado al botillo y al ciclismo (como Homs), muy celoso de la independencia judicial (rechazó una medalla al mérito policial) y del respeto debido a los jueces, poseedor del certificado de nivel B de catalán y un tipo estricto con un punto autoritario pero, afirman quienes le conocen en persona, muy afable y cordial en el fondo.
Tales antecedentes explicarían que tratase de impedir el mitin de Mas en su evacuación del primer día de la vista, pero no su condescendencia, amabilidad y deferencia con otros políticos de la misma cuerda, como Francesc Homs, que ha vacilado al fiscal dentro y fuera de la sala con la prepotencia y altanería de la que hacía gala en sus tiempos de portavoz del gobierno regional, cuando trataba a los periodistas de piltrafillas y muertos de hambre.
Ha contado Homs con las facilidades de Barrientos, seco, áspero y desabrido con los testigos técnicos, pero que se ha comido con patatas la provocación del Homs cuando el Ministerio Público se ha abstenido de hacerle preguntas. "Quina llàstima!", ha soltado Homs a micrófono abierto, sin que el Barrientos que cortó en un par de ocasiones a Mas se diera por enterado de que el testigo no sólo había faltado al respeto al fiscal sino al propio tribunal.
Al parecer, este miércoles tocaba que el presidente de la sala fuera el Barrientos B, agresivo con la Fiscalía y con los testigos técnicos, a quienes no paraba de reprochar en un tono francamente irritante e intimidatorio que al responder miraran a quienes formulaban las preguntas en vez de al tribunal. Los testigos políticos, en cambio, han gozado de libertad para dirigirse al techo, a las musarañas o donde les rotara sin que Barrientos expresara la más mínima incomodidad.
Alegan sus propagandistas que el juez es como todos y que su intención es aparentar que no se casa con nadie, que es el colmo de la imparcialidad, la encarnación del aserto de que la Justicia es ciega. Los afectados por las interrupciones y admoniciones del presidente de la sala y algunos observadores de la vista subrayan, por contra, que las acotaciones del magistrado revelan una cierta propensión a la arbitrariedad. Así que por un lado, dura lex para el testigo de una empresa que delata que la Generalidad ordenó seguir con los preparativos del referéndum a pesar del último requerimiento del Tribunal Constitucional de 4 de noviembre que lo prohibía y justicia vip para Homs o el exalcalde de Barcelona, Xavier Trias.
En cuanto al fiscal del caso, Emilio Sánchez Ulled, natural de Lérida, es miembro de la Unión Progresista de Fiscales y el fiscal de guardia que se negó a retirar las urnas el 9-N. Todo apuntaba a que sus interrogatorios serían burocráticos y exculpatorios y ha resultado lo contrario. Los testigos de Sánchez Ulled han desmontado los argumentos de la defensa merced al tercer grado del fiscal y a sus precisiones sobre documentos, fechas o instrucciones administrativas sobre el 9-N. Quien puso las urnas, los locales, la logística, los voluntarios y toda la caraja fue la Generalidad y nadie más que la Generalidad de Mas, Homs y las consejeras Ortega y Rigau, lo cual ha quedado meridiano gracias al fiscal.
Otra cosa es que el juicio se lleve a cabo principalmente en catalán, idioma que en su variedad dialectal ilerdense domina Sánchez Ulled a la perfección y que emplea a pesar de que algunos de los testigos utilicen el español para responder a sus preguntas. Hasta el juez Barrientos hace gala de su nivel B de catalán, salvo cuando se enfada o quiere decir "setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat; si el penjat es despengés es menjaria els setze fetges dels setze jutges que l’han jutjat". Entonces Barrientos, sea doctor Jekyll o señor Hyde, se agarra al español para no rociar de saliva a los presentes con su interpretación del popular trabalenguas, cuya correcta dicción le habría proporcionado el nivel C en vez del B de catalán, que sólo certifica un nivel elemental de comprensión del idioma.
Rafael Entrena es otro de los personajes del juicio. Letrado y pareja de Joana Ortega, no sólo está empeñado en demostrar la irresponsabilidad, ignorancia e inocencia de su indocumentada defendida, sino que pretende ampliar con sus preguntas el alcance del procedimiento a los exconsejeros de la Generalidad Felip Puig, titular de Empresa cuando el 9-N y responsable de los contratos con las empresas de logística informática, y Germà Gordó, titular de Justicia y del que dependía el organismo que encargó a los presos de la cárcel de Lérida confeccionar las urnas e imprimir las papeletas.
Pasa que la estrategia de la defensa del irrendento Mas y las heroínas Ortega y Rigau es más jurídica que política y los abogados pretenden que sus representados sean absueltos a la vez que se jactan de insumisos. No cuela y el separatismo está en llamas por la mezquindad de los acusados, que a consejo de sus defensores han colocado el colorado al concepto voluntarios. El instigador de tal proceder sería Entrena, según los guardianes de las esencias procesales.
Todo es raro y nada es lo que parece en el juicio del 9-N en el TSJC. Papeles intercambiados, inmersión lingüística en la sala, un juez imprevisible, un fiscal en su sitio, testigos políticos chulánganos, testigos técnicos amedrentados por el juez y el anuncio de que la vista seguirá en el Tribunal Supremo el próximo día 27 del corriente por la calidad de diputado en el Congreso de Francesc Homs. Es la tormenta judicial perfecta. El TSJC deberá dilucidar su fallo mientras el TS enjuicia a Homs por los mismos motivos que a Mas y su coro. De modo y efecto que lo de estos días es el calentamiento de un partido que comenzará el día 27 en el TS. O el partido de vuelta del encuentro en el TSJC. A saber.
De momento, lo único claro es que, para el 9-N, la Generalidad puso las urnas, las papeletas, la propaganda, la infraestructura, los medios, los voluntarios y la pasta. Otra cosa es la sentencia, porque del transcurso de las sesiones de la vista también resulta probado que jueces, fiscales y letrados tienen dos caras, como los discos de vinilo, y que salvo excepciones propenden a respetar más a los políticos que al común.
Tal vez esa sea la razón por la que Sánchez Ulled, fuera de la sala e interpelado de nuevo por Homs, le replicara que si se sentía defraudado porque no le hubiera sometido a interrogatorio en el TSJC hiciera las llamadas pertinentes para que le asciendan a fiscal del TS. Con esa contestación no sólo se ha jugado la carrera, sino que ha delatado a la presunta ciega.