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Pablo Planas

Haciendo las maletas

El lunes no va a ser un buen día para los catalanes que se sienten españoles.

El lunes no va a ser un buen día para los catalanes que se sienten españoles.
EFE

Salvo sorpresa mayúscula y movilización total de la pretendida Cataluña silenciosa, los separatistas ganarán las elecciones del 27-S de calle, con una superioridad aplastante, suficiente para plantear a España el mayor reto de su historia democrática. Un vendedor de enciclopedias, un vigoréxico y un manipulador capaz de llorar en público y en directo por la independencia (Mas, Romeva y Junqueras) tendrán en su manos el futuro de más de cuarenta millones de personas. Puede que Romeva y Junqueras se carguen a Mas, puede que Mas sobreviva porque la CUP se abstenga, puede que Mas y Junqueras se turnen en la presidencia. Puede ser cualquier cosa, pero lo que empieza a estar claro es que el lunes no va a ser un buen día para los catalanes que se sienten españoles, a los que encima quiere dejar sin nacionalidad Margallo.

La mayoría de escaños le vale a los separatistas, pero es que las últimas encuestas les acercan al cincuenta por ciento de los sufragios. Quizá sea una trampa demoscópica, pero la sonrisa perdonavidas de algunos tertulianos y periodistas separatistas parece indicar que las encuestas no están tuneadas. El separatismo va a votar en bloque, en masa, todos a una. La admonición del corralito presagia una movilización masiva de los jóvenes. La gente odia a los banqueros, sea porque no tiene ni un duro o porque no le convencen los tipos de interés.

La intensidad dramática de la campaña da alas al separatismo, que ha logrado convertir unos comicios autonómicos en el referéndum, las plebiscitarias o lo que sea que quisieron hacer y no pudieron el pasado 9 de noviembre. Tres décadas de frivolidad, necedad y torpeza nos han llevado al borde del despeñadero. El pujolismo ha ganado la partida. El viejo patriarca está recluido en su cáscara. La miseria moral de sus partidarios les impide rendir a Jordi Pujol el homenaje que se merece. Sí, es un delincuente confeso, pero también el artífice de que en Cataluña haya un número suficiente de sujetos satisfechos de ser masa, rebaño, pueblo, mientras los presidentes de Gobierno españoles han respondido históricamente al reto con lecturas mal digeridas de Gaziel y Pla. Los nacionalistas les sostenían. Era suficiente. A partir de ahí, que hicieran lo que quisieran con sus escuelas, sus medios y sus mozos de escuadra.

Sólo una movilización integral del electorado que se abstiene en las autonómicas podría equilibrar las cosas. Caso contrario, a preparar las maletas. Lo indispensable, muda, cepillo, tarjetas, móvil y tableta. Eso o fundirse en el magma separatista. No hablar, sonreír todo el rato y mover los labios cuando suene el Cara el Sol, digo Els Segadors, afilando las herramientas, bon cop de falç.

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