El periodismo en España es un perro que levanta la patita a una voz de su amo, un oficio que el poder ha conseguido domar y domesticar hasta el punto de que sólo quienes no tienen nada que perder, porque ya lo han perdido todo, pueden escribir o hablar con entera libertad. No es el caso de las estrellas de la Sexta, Wyoming y Jordi Évole, a quienes el conservadurismo mediático financia generosamente no para que se estén calladitos, sino para que se dediquen a hacer befas con balas de fogueo. Parecen la monda de progres, pero los políticos cuajados se dan de bofetadas por salir, como sea, en sus espacios. De ahí lo de Artur Mas y Felipe González en Salvados, un cara a cara moderado por el aparentemente incisivo Évole, antes conocido como el Follonero.
Dado el fiasco de la internacionalización del conflicto catalán, Mas anunció hace un par de semanas que incrementaría su presencia en los medios de comunicación "españoles" para hacer "pedagogía", y su primera prueba de fuego (me parto y me mondo) ha sido el debate del domingo por la noche en el programa de Évole. Como hay gente para todo, el crítico de televisión de La Vanguardia ha llegado a calificar el espacio de digno sucesor de La Clave de José Luis Balbín, comparación que oscila entre el baboseo y la felación metafórica. Total, que Évole es el Edward R. Murrow local, el del "Buenas noches y buena suerte", porque Mas se ha prestado, con mucho gusto, a un combate amañado con González, al que le faltan un par más de estas para convertirse en el expresidente cántabro vendiendo anchoas en la misma cadena.
Es lo que hay, pero hasta en una pelea entre boxeadores sonados y sobornados hay un par de ganchos, tal vez un crochet o un uppercut de verdad, de los que no son pose ante el espejo. Así que Mas vino a desvelar las tres vías posibles de su plan. Si Mariano Rajoy no le deja convocar un referéndum, optará por la vía de la consulta al amparo de una ley autonómica que está a punto de sacarse de la chistera en el Parlament. Si esta consulta tampoco se le da, convocaría elecciones autonómicas de carácter plebiscitario. Pero lo más grande es que el derecho a decidir se ha convertido en el derecho a ser preguntado: ¿pues no va más Mas y dice que el resultado de los referéndums no es vinculante, que la cosa sería como una encuesta? Y se entera ahora. Cuando se lo cuente a los suyos, a los de la Asamblea de la cadena y a la monja Forcades (recluida en un convento en Alemania, por cierto), se van a quedar de pasta de boniato. Y dice más: que con el resultado en la mano, su propósito sería abrir una negociación con Madrid.
El enjuage está tan a la vista y es tan grosero que el nuevo director de La Vanguardia, Màrius Carol, extronista de La Zarzuela, ya no sabe cómo explicar, si por carta o tuit, que Mas y Rajoy se han estado viendo a escondidas, que han designado negociadores y que el hilo del diálogo no se ha roto, con lo que los empresarios de Fonteta pueden estar tranquilos. Habrá pacto, el Majestic II, aunque se le tenga que dar la vuelta a la Constitución y vaya a quedar España como un calcetín sudado.
El periodismo, ahora, es poner a Wyoming y Évole en medio para que todo esto parezca un chiste con vaselina, que con una sonrisa todo entra mejor. El próximo candidato a salir en La Sexta es el ministro de Exteriores, García Margallo, quien ya no sabe que hacer para llamar la atención. Lo suyo en el Financial Times a favor del reconocimiento de una hipotética Escocia independiente debe ser el peaje para optar a un suave masaje de Évole, que lo podría cruzar con Susana Díaz en un debate titulado La Constitución, un libro en blanco. Al rojo vivo, anda que no.