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Pablo Planas

El 'Times' y la violencia en Cataluña

The Times, una referencia mundial que en 1938 publicó un editorial a favor de la anexión hitleriana de los Sudetes.

The Times, una referencia mundial que en 1938 publicó un editorial a favor de la anexión hitleriana de los Sudetes.
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El separatismo tiene buena prensa en el extranjero. Es un hecho. Desde los tiempos de Pujol se han malversado cientos de millones de euros en internacionalizar el odio a los españoles con vastas campañas de propaganda en los principales medios de los principales países, de Estados Unidos a Rusia pasando por el Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Israel, etcétera, etcétera. Ningún Estado ha reconocido la república catalana. Ni siquiera Somalilandia. Nadie. Pero en materia de prestigio en la denominada prensa internacional, los separatistas van sobrados.

The Times y The New York Times, por ejemplo, piden clemencia para Carles Puigdemont y que Rajoy haga algún gesto con los pacíficos independentistas. También en Alemania tienen sus partidarios. El dueño del semanario Der Spiegel aboga incluso por conceder asilo político al expresidente catalán. Han comprado el único mensaje que se les ha vendido. Eso sí, se han tomado la molestia de contrastar algunos datos clave de toda esta historia. Y en efecto, miles de toros siguen muriendo y no de viejos en las plazas españolas. Lo que no es cierto es que se rinda culto al Ku Klux Klan por Semana Santa. Ni tampoco que la paella contenga chorizo.

No tiene remedio. Al corresponsal del The New York Times no se le pueden exigir imposibles relativos a la objetividad y la imparcialidad cuando la Generalidad separatista le proporcionó posibles, medios y contactos para que escribiera un libro sobre Cataluña, esa cosa entre España y Francia. Lo mismo pasa con The Times, una referencia mundial que en 1938 publicó un editorial a favor de la anexión hitleriana de los Sudetes. ¿Quién no se equivoca? En la City y entre copas, Puigdemont puede ser el Mandela de El Bulli. ¿Y por qué no? Como para acordarse de que la también muy prestigiosa revista estadounidense "Politico" citaba a Puigdemont como uno de los personajes que podían arruinar Europa en 2017. Compartía lista de amenazas a la democracia con los editores de tabloides que fomentaron el Brexit y los hackers rusos en un texto que abundaba sobre el solipsismo catalanista.

Confirmada la previsión, ya nadie se acuerda y Puigdemont es un pobre desgraciado perseguido por la todopoderosa apisonadora del Estado español, un tipo que sólo quería votar, como la encantadora exconsejera Ponsatí, a la que un juez británico ha retirado el pasaporte. ¿Pero quién se puede creer que esa respetable profesora de Economía de la Universidad de Saint Andrews sea una delincuente? Como para ponerse a explicar que esa buena señora dirigía la consejería de lavar los cerebros a los niños y niñas de Cataluña, responsable política de los campos de adoctrinamiento y de la ocupación ilegal de colegios e institutos públicos por parte de los CDR para la celebración de un simulacro de referéndum tras haber robado los datos personales de siete millones y medio de personas. Demasiado largo.

¿Y qué decir de Puigdemont?¿Rebelión? Para nada. Pacifismo con mossos fuera de servicio. Y esos niños señalados en el patio. Y esas manifestaciones de profesores y políticos ante las casas de los padres del bilingüismo. Sobre eso, los golpistas, el PSC y Podemos tienen una teoría, la "inmersión lingüística", que consiste en que la lengua vehicular en la escuela, la administración, el trabajo y la vida en general sea la de los hutus porque es la que facilita una incierta igualdad de oportunidades para los tutsis.

Casas de jueces, políticos y fiscales marcadas. Sedes de partidos y de medios apedreadas. Residencias familiares de guardias civiles (paramilitares según la prensa anglosajona de más prestigio) asediadas, alcaldes, concejales, afiliados y simpatizantes de partidos y organizaciones no separatistas señalados, seguidos por los Mossos y amenazados por los "demócratas" del "derecho a decidir".

Discriminación lingüística, discriminación por orígenes (Rufián, tu tranquilo), discriminación por ideas. Cuarenta años de rechazo (condescendencia en el mejor de los casos) por ser extranjeros en su país (Antonio Robles dixit). Palizas públicas a dos mujeres por llevar camisetas de la selección española, aquella agresión en una misa a un dirigente socialista, escraches a personas, a sedes de partidos, macetas bomba y sobres con bala para dirigentes del PP y Ciudadanos. Mirad a los ojos a los alcaldes del PSC, recomendó Puigdemont a mediados de septiembre. Comercios en el punto de mira, multas lingüísticas, amarillo en las escuelas y en las parroquias. ¿Violencia en Cataluña? En absoluto. El The Times no lo contempla y Russia Today lo descarta por completo. Liberemos a Puigdemont.

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