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Pablo Planas

El palco del Calderón

Miles de sujetos se ciscaron en España en una ambiente de ejemplar comportamiento y gran cordialidad entre aficiones. Espectáculo muy pintoresco.

El presidente en funciones, Mariano Rajoy, se alivió de funcionar con ocasión de la final de la Copa del Rey entre el Sevilla y el Barça. Con lo que le gusta el fútbol. El palco del Calderón era un desierto en el que no estaban ni Sánchez, ni Rivera, ni Pablo Iglesias, que podría entrar perfectamente en el coto privado e incluso invitar a algún preboste bolivariano al que le guste el balompié. Una trampa para elefantes, el Calderón, con Ada y Carmena, Susana y Cocomocho además de una señora de rosa que al parecer es la ídem de Villar, el Pablo Porta de hoy en día. Lo ha petado en las redes.

Birria de palco para el aniversario de boda de Letizia y Don Felipe, doce años ya. Como es tradicional, la afición azulgrana celebró la ocasión con la pitada al himno nacional, gesto que al cabo del partido fue correspondido por la Reina con unas cucamonas a los hijos del futbolista barcelonista Piqué y la artista Shakira. Todo transcurrió con impoluta normalidad. Miles de sujetos se ciscaron en España en una ambiente de ejemplar comportamiento y gran cordialidad entre ambas aficiones. Espectáculo muy pintoresco.

Entre tanto y a seiscientos kilómetros de distancia, en Barcelona, las chicas y los chicos de las CUP, Mas y sus cuates y ERC agitaban la algarada y echaban más madera a la caldera que es la guerra. "Hemos ganado la Copa de la Estelada", clamaba Puigdemont en el "Twitter" mientras los medios nacionalistas chorreaban épicos epítetos sobre el partido de fútbol. La Copa de la Estelada, un trofeo patrocinado por Su Majestad el Rey, avalado por el villarato y que da derecho a insultar a Felipe VI por la cara y en toda la cara, que no es la suya, sino la de millones de ciudadanos españoles que se sienten españoles. Enorme escarnio y espectáculo que sorprende en Francia, Alemania, Italia e Inglaterra, donde los himnos se respetan a saber por qué atávico sentido del buen convivir.

Ganó el Barça, felicidad absoluta en la Ciudad Condal y en todo el Principado, dos petardos y doscientos hooligans en la Fuente de Canaletas. Minuto a minuto non stop en TV3. Para celebrarlo, Mas propone otras plebiscitarias en las que se cuenten los votos y no los escaños. Acaba de cerrar el negocio de su padre político y pretende montar el suyo propio, que es lo mismo pero con otro nombre. Junqueras pasa y la CUP llama a la revolución de las esponjas marinas.

Como en aquel anuncio, un cabrero sale del agujero y desmonta el proceso con una pregunta: ¿Y el Barça qué, otra vez campeón de Copa? Lo catalán y lo "catalanisme" es un truño tamaño Godzilla, una garrapata gigante que impregna la política nacional con una viscosa capa de materia residual. ¿Y Franco, qué opina de esto?

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