Es falso que la única pretensión de los separatistas catalanes sea la de votar. Cuanto con más ahínco gimen "Déjennos votar", más al aire queda el propósito instrumental de la consulta que planean, que en caso de celebrarse constituiría un pucherazo monumental. En Cataluña, y gracias a la infatigable labor de las plañideras del dret a decidir, no se dan las circunstancias ambientales necesarias para que una votación sobre el futuro político de la comunidad pueda ser considerada un ejemplo de democracia, salvo en los estándares de Venezuela, Corea del Norte y Somalilandia.
Más allá de la usurpación de la soberanía nacional y de los términos perfectamente unilaterales de la convocatoria, en fase de tentativa, sólo el ingente despliegue propagandístico llevado a cabo por la Generalidad en los últimos años invalida el inocente, en apariencia, propósito de preguntar sólo a los catalanes por el futuro de toda España. El intenso bombardeo de mensajes del tipo "España nos roba" y las groseras manipulaciones del pasado quitan toda legitimidad al frente nacionalista.
Como es obvio, el separatismo quiere votar porque ganaría por un amplio margen. Así lo indican las encuestas, y no sería de extrañar después de más de tres décadas de fomento del clientelismo y absentismo estatal. Además, la Generalidad prepara una ley de consultas y otra electoral que facilitarían mucho la victoria de sus tesis hasta el punto de que no haría falta recurrir a las trampas en el recuento. Los mayores de 16 años, los inmigrantes y los censados en los casales regionales repartidos por el vasto mundo podrían votar en un referéndum con sorprendentes innovaciones en materia telemática si prosperan los trabajos del parlamento autonómico.
Es probable que Mas, Junqueras y la Asamblea se estén pasando de frenada al sostener que en su consulta puede ganar el no, chiste de cierre de no pocos discursos. En realidad, lo tienen clarísimo, tanto que habrá consulta como que la ganarán. No de otra manera se podría entender que todas la actividades de la Generalidad estén encaminadas a preparar la toma del poder y la constitución del Estado catalán. La creación de organismos como el Consejo Asesor de la Transición Nacional o la Agencia Tributaria Catalana evidencian que la cosa no es ir a votar y ya está. Pero si hasta se está redactando una Constitución para una república inspirada en el reino de Noruega. Son hechos consumados, mientras en Madrid todavía hay quien se pregunta si lo de Mas va en serio o es la típica coña catalana.
Nadie pide asesoramiento al Mosad para montar un CNI con los Mossos si lo único que pretende es organizar una fiesta de la democracia para un domingo cualquiera de noviembre. Por muy dados a las ensoñaciones que puedan ser políticos como Mas y Homs, saben lo suficiente de construcción como para no empezar la casa por el tejado. Al contrario, nadie puede negar la solidez de los cimientos fraguados por el pujolismo y la dureza de la argamasa nacionalista. En cuanto a lo de la celebración de la consulta, baste decir que la imprenta de la prisión de Lérida ya ha recibido el encargo de confeccionar las papeletas, lo que no tiene nada de extraño, ya que el taller de la cárcel es proveedor habitual de la Generalidad.