Barcelona está que arde, pero a la alcaldada Colau le importa una higa que los Mossos d'Esquadra hayan desalojado un local okupado. Es propiedad privada, replica la Super Ada que antaño se disfrazaba de abeja maya para denunciar la especulación y los desahucios. Los okupas y los antisistema flipan con el cambio de actitud de la primera edil. ¿Qué queda de Ada? Ella, que se encadenaba a un portal si hacía falta, que era la tocapelotas oficial del capital, que clamaba "¡sí se puede!" cuando lograba parar un desalojo. De Ada a Nada. Un año en la alcaldía de la segunda ciudad de España ha cambiado la perspectiva de Colau.
La alcaldesa no olvida sus orígenes pero los traiciona, razón por la que ofrece a los okupas un nuevo espacio de titularidad municipal, sólo para ellos, barra libre, lo que quieran y fiesta garantizada. Pero estos antisistema no quieren. Son de la facción auténtica. Estaban en la Travesera de Gracia 181, esquinazo con Madre de Dios de los Desamparados, en el cogollo comercial del distrito que más voto registró a favor de la candidatura de Colau. No quieren abandonar la avanzada. Y es que para mayor abundamiento, el local había pertenecido a la Caixa de Tarragona, luego a Catalunya Caixa, tras una absorción bancaria, y después y ahora a una inmobiliaria, que lo compró a precio de ganga cuando explotó la burbuja. Así pues, un símbolo, una vieja oficina bancaria en manos de una inmobiliaria. Pezón de monja radical y separata a menos de cinco minutos del Paseo de Gracia, la calle Serrano de la Ciudad Condal.
El convergente Xavier Trias, exalcalde de Barcelona, les pagaba el alquiler a los okupas. Como lo leen. Un pujolista de primera hora sosteniendo con el dinero del burgo la abolición de la propiedad privada. Cinco mil quinientos euros al mes desembolsaba el municipio en tiempos de CiU para que los antisistema vendieran ropa usada, los discursos completos de Otegi y dieran clases de euskera con gran éxito de un alumnado deseoso de quemar contenedores en vascuence y sorprender así a sus colegas del Goierri.
Colau, que es partidaria de no pagar y punto, no renovó el contrato de alquiler, de modo que el propietario recurrió a la justicia, la cual ordenó a los Mossos el retorno del establecimiento a su legítimo propietario. Una vez procedido al desalojo, grupos de "incontrolados" han decidido adelantar las hogueras de San Juan y celebrar el primer aniversario del mandato de Ada Colau con quemas incontroladas de coches, motos y contenedores próximos al "Banc Expropiat". También han arremetido contra los escaparates de los negocios de los alrededores. Guerrilla urbana y "kale borroka" contra el capital.
Nada nuevo, salvo que Xavier Trias apoya a los chicos de las algaradas y la gasolina. Se dedicaban a vender libros y dar clases, exclama el exalcalde. Por eso estaban subvencionados por los convergentes sin que el pueblo soberano, desahuciado, embargado o multado tuviera la más mínima idea de quién pagaba la juerga revolucionaria en lugar tan principal, cotizado y codiciado. Trias, al que le reaparecen los fantasmas de una cuenta suiza. Fiel a su trayectoria, el converjeta está siempre a favor de los secretos y de los bancos, sean suizos o expropiados. Cosas veredes...
La alcaldesa no olvida sus orígenes pero los traiciona, razón por la que ofrece a los okupas un nuevo espacio de titularidad municipal, sólo para ellos, barra libre, lo que quieran y fiesta garantizada. Pero estos antisistema no quieren. Son de la facción auténtica. Estaban en la Travesera de Gracia 181, esquinazo con Madre de Dios de los Desamparados, en el cogollo comercial del distrito que más voto registró a favor de la candidatura de Colau. No quieren abandonar la avanzada. Y es que para mayor abundamiento, el local había pertenecido a la Caixa de Tarragona, luego a Catalunya Caixa, tras una absorción bancaria, y después y ahora a una inmobiliaria, que lo compró a precio de ganga cuando explotó la burbuja. Así pues, un símbolo, una vieja oficina bancaria en manos de una inmobiliaria. Pezón de monja radical y separata a menos de cinco minutos del Paseo de Gracia, la calle Serrano de la Ciudad Condal.
El convergente Xavier Trias, exalcalde de Barcelona, les pagaba el alquiler a los okupas. Como lo leen. Un pujolista de primera hora sosteniendo con el dinero del burgo la abolición de la propiedad privada. Cinco mil quinientos euros al mes desembolsaba el municipio en tiempos de CiU para que los antisistema vendieran ropa usada, los discursos completos de Otegi y dieran clases de euskera con gran éxito de un alumnado deseoso de quemar contenedores en vascuence y sorprender así a sus colegas del Goierri.
Colau, que es partidaria de no pagar y punto, no renovó el contrato de alquiler, de modo que el propietario recurrió a la justicia, la cual ordenó a los Mossos el retorno del establecimiento a su legítimo propietario. Una vez procedido al desalojo, grupos de "incontrolados" han decidido adelantar las hogueras de San Juan y celebrar el primer aniversario del mandato de Ada Colau con quemas incontroladas de coches, motos y contenedores próximos al "Banc Expropiat". También han arremetido contra los escaparates de los negocios de los alrededores. Guerrilla urbana y "kale borroka" contra el capital.
Nada nuevo, salvo que Xavier Trias apoya a los chicos de las algaradas y la gasolina. Se dedicaban a vender libros y dar clases, exclama el exalcalde. Por eso estaban subvencionados por los convergentes sin que el pueblo soberano, desahuciado, embargado o multado tuviera la más mínima idea de quién pagaba la juerga revolucionaria en lugar tan principal, cotizado y codiciado. Trias, al que le reaparecen los fantasmas de una cuenta suiza. Fiel a su trayectoria, el converjeta está siempre a favor de los secretos y de los bancos, sean suizos o expropiados. Cosas veredes...