Se supone que el propósito de los abogados defensores de los golpistas es impresionar al tribunal con el desfile de gente corriente que votó el 1-O. Gente corriente pero muy selecta, la flor y nata de esa parte de la sociedad catalana empeñada en defender sus derechos pisoteando los del resto de ciudadanos, que además son mayoría.
La afinada selección de la defensa contempla todos los perfiles, del prejubilado a la sencilla ama de casa, del profesor universitario a la abogada o el pequeño empresario, del carpintero a los informáticos. Dejan pinceladas de su activismo vecinal, político y social, miembros de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), de Òmnium, de las Cridas de Puigdemont, mangonean a su antojo en las asociaciones de padres y en las de coros y danzas.
La "idea" es que el 1-O toda Cataluña se levantó a las cinco de la mañana para votar, que la independencia es el anhelo general de las buenas gentes catalanas brutalmente aporreadas y que votar es un derecho. A los testigos del lazo se les nota, además, orgullosos. Se pasaron el día entero en los colegios. Muchos de ellos habían pernoctado incluso en los centros con los niños y los abuelos. Una cosa con talleres de manualidades y partidas de cartas, recitales de poemas y tal.
La Fiscalía se tomó la molestia de reflejar en su escrito de acusación los datos del referéndum proporcionados por la propia Generalidad. La cifra de votantes, según la administración autonómica, fue de 2.286.217 sobre un censo electoral que superaba en aquellas fechas los cinco millones y medio de personas. Así que los héroes cívicos y pacíficos del 1-O no llegan al 40% siempre que se den por buenas las cifras de la administración golpista ante la falta de acreditación de los votantes, la ausencia de órganos de control y las notorias irregularidades que se produjeron durante la jornada. De hecho, ni hay actas ni papeletas de tan magna ocasión. La gente, esa gente que ha perdido la memoria en el Tribunal Supremo, se llevó las urnas de recuerdo. Pedazo de fiesta de la democracia.
No son mayoría, pero sí los que llevan la voz cantante en la sociedad catalana, los que se juntan en Barcelona cada 11 de septiembre, los que corean que las calles serán siempre suyas, adictos al régimen nacionalista, probos ciudadanos cuyo voto siempre vale más. Ahora mismo sus jefes, que siguen en el golpe, presionan a Sánchez con el "mandato del 1-O", que es el del ciudadano Marimón y la señora Pepita que dicen contestar por imperativo legal al abogado de la acusación popular. Qué bárbaros.