El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad de Cataluña han emitido artículos, bandos y proclamas sobre el 18 de julio de 1936, fecha del “Alzamiento” y la “Revolución”. La CNT logró sofocar el golpe de Franco en Barcelona y su victoria dio paso a una purga desaforada de insurrectos, irredentos, facciosos, curas, propietarios grandes y pequeños, burgueses, usuarios de corbata, de sombrero y desafectos en general.
La represión en los meses siguientes fue una carnicería estilo Srebrenica, pero con muchos más muertos que las ocho mil víctimas bosnias. Los anarquistas se adueñaron de las calles ante la impotencia e incompetencia de Companys y sus consejeros. Las patrullas de incontrolados imponían su dominio. Se asesinaba por nada, por capricho y por venganza. El régimen del terror revolucionario duró meses. Eso fue la “Revolución”. Las penalidades, el hambre y la propaganda no cesaron hasta la entrada en Barcelona de las tropas franquistas, el 26 de enero de 1939. Resistencia cero. Centenares de miles de barceloneses aclamaron a los soldados. La guerra para ellos había terminado. Después llegaría la represión, arribaría la delación y toda la ciudad escucharía los disparos de los fusilamientos en el Campo de la Bota.
Ocho décadas más tarde de todo aquello, hay quien todavía quiere más. No son mayoría, pero su influencia es muy notable, sobre todo en la opinión pública de Cataluña. Sus líneas maestras de propaganda son que España aún está bajo la bota de Franco, que la Guerra Civil fue contra Cataluña y que la guerra no ha terminado.
Los dos primeros asertos son una majadería cuyo público objetivo está entre quienes nacieron después de los años sesenta y flipan con que Franco muriese en la cama, torturado por su yerno, el marqués de Villaverde. Es una generación que cree que el generalísimo no les habría aguantado ni un asalto, tal es la soberbia juvenil de los hijos pijoprogres de la Transición.
El mensaje de juzgado de guardia es que la guerra no ha terminado. Acabó, como mínimo, hace cuarenta años cuando, como dice Santiago González en El Mundo, Manuel Fraga Iribarne y Santiago Carrillo se abrazaban por las esquinas, Suárez legalizó el Partido Comunista y el PSOE ganó las elecciones tras un 23-F del que sabía tanto, por lo menos, como el Rey emérito.
Empero, la izquierda antisistema y el catalanismo no son partidarios del armisticio. Para ellos, la guerra sigue viva, tal como ha declarado el "ministro" catalán de Exteriores, Raül Romeva. La resistencia continúa y el "Govern de la Generalitat" se erige en autoridad legítima y competente. Mientras Carles Puigdemont y Ada Colau cumplimentaban al Rey Felipe VI de Borbón en la entrega de despachos judiciales en Barcelona, los altavoces de los medios públicos (las mezquitas turcas) llamaban a la lucha. Junts pel Sí y la CUP resolvían la celebración de un referéndum unilateral en la comisión del "proceso constituyente" de la cámara catalana.
La vuelta de la República está al caer, pontifica Junqueras. El espíritu de Hiro Onoda, oficial del Imperio del Sol Naciente, resiste en la isla filipina de Lubang. Los campesinos escuchan en las noches de luna llena el grito del samurai japonés de la II Guerra Mundial. ¡Banzai! El hijo del sol naciente se rindió en 1974, tras treinta años del final del conflicto. Casanova y Villarroel están más vivos que Elvis y se han trasladado al frente del Ebro, ay Carmela. En los picos de Montserrat resuenan los tambores del timbaler del Bruc, un unionista, dicho sea de paso. El Alcázar separata no se rinde.