Querida Ketty:
Te confieso que esta carta me ha costado lo suyo. Primero, pensé en centrarla en el enfado creciente de Mariano Rajoy con Draghi, presidente del Banco Central Europeo. “Cada vez que habla, sube la prima de riesgo”, se queja su entorno, que le tacha abiertamente de “irresponsable”. Se extiende, ya sabes, la teoría de que mucho del ataque financiero también lo tiene de político. Y cada vez son más a los que miran a Italia, más aún después de que Monti se la haya liado un par de veces al jefe, aunque después llame para disculparse.
El tema económico lo descarté por recurrente, y pasé a mi segunda opción: la comunicación. Mi idea no era otra que calentar nuestra relación en forma de rapapolvo. Tu última carta, criticando los líos entre el Gobierno y el PP, me dio que pensar. ¿Qué pasa, que en Ferraz ná de ná? No me lo creo. No me creo que tu líder ya se haya ganado a los suyos, después de ese congreso que nos contaste; que -como dicen los populares- puedan dar “lecciones económicas” después de pasar tanto tiempo en la Moncloa. Seguro que hay chicha, tanto como la hay en la mía.
Pero, aunque ahí la llevas, tampoco este asunto centra la misiva, intentado que en ella quede reflejado lo más importante de la semana política de Gobierno y PP. Ambos podrían haber sido temas estrella... hasta el jueves cuando, a eso de las nueve de la mañana, la agencia de noticias EFE filtraba las intenciones de Interior, bajo el plácet del presidente, en la lucha contra ETA.
Ni la crisis económica, ni las medidas emprendidas, ni los problemas de comunicación. La primera brecha interna vino por algo mucho más ideológico, mucho más íntimo para los míos. Por algo que el CIS no incluye como gran preocupación ciudadana, y que el Gobierno quiere mantener en el plano de la discreción. ETA volvió a hacer añicos la unidad del PP, que tuvo que elegir entre Jorge Fernández Díaz y Mayor Oreja. Entre el actual ministro del Interior, y el que un día lo fue. La comparativa no es mía, sino de un destacado cargo del partido.
La pregunta recorrió los cuadros medios y nobles del PP, y también se escucharon críticas en algunos sectores del propio Ejecutivo. No por el hecho de que apenas nadie supiera de la maniobra -muchos conocieron de los planes penitenciarios por EFE y no tuvieron más información hasta que el ministro habló en Luxemburgo-, sino por el hecho en sí. Un hecho, te advierto, que a muchos costaba explicar, más allá de repetir las palabras del presidente: nada ha cambiado, nada cambiará. Pero, ¿y lo que dicen las víctimas? “Ley y Estado de Derecho”, respondió Carlos Floriano, que va de papelón en papelón, retrasando su comparecencia para no coincidir con el jefe y evitar posibles confusiones.
Te cuento lo que me decía, ya en el momento copa de vino de la tarde-noche, un ministro en nada metido en la política antiterrorista y que tampoco viene de esos lares, pero que entiende está tan autorizado como cualquier otro para hablar del tema “porque en Andalucía hemos enterrado a muchos de los muertos”. Me decía: “He leído la columna de la viuda de Gregorio Ordóñez en tu periódico. La verdad, yo no sabría qué decirle ni qué razones darle”. Y eso, sin duda, es un problema, y de los gordos.
En definitiva: incendio tras incendio. “Rajoy parece un bombero”, reía el citado ministro, intentando relajar el ambiente. Pero no le falta razón. Algunos provienen de fuera, pero otros se crean en la propia Moncloa y aledaños. “Hasta las narices estoy de los pirómanos”, se quejaba un responsable de comunicación. Y así andamos...
Un beso
Pablo