El ofrecimiento de Urdangarín y su socio a la Fiscalía de Palma de Mallorca, declarándose culpables de todos los trinques detectados hasta el momento para resolver de una vez esos asuntillos judiciales que les mantienen imputados, no pasaría de un acuerdo más del Ministerio Público en defensa del interés común si no fuera por la gravedad de los hechos que se les imputan y las altas personalidades que presuntamente han tomado parte en estas oscuras operaciones, cuya participación está todavía por dilucidar.
Es sorprendente que el mismo personaje que se mostraba en febrero firmemente decidido a demostrar ante la Justicia su inocencia fuera de cualquier sombra de duda, esté sólo dos meses y medio después dispuesto a declararse culpable con la única condición de no pisar la trena.
O el contenido de los correos electrónicos que aún nos quedan por conocer es "realmente" embarazoso, en cuyo caso estaríamos ante una clara estrategia de parar el golpe y las investigaciones saldando el asunto con una condena menor, o lo que aún nos queda conocer de esta romería del trinque administrativo es tan grave que los imputados han perdido ya toda esperanza de alcanzar la absolución al final del proceso. En cualquiera de los dos casos muy mal si la Fiscalía se presta a esta operación de saldo, algo además bastante complicado porque algunas de las acusaciones que pesan sobre Urdangarín llevan aparejadas sanciones que le impedirían eludir su entrada en prisión.
En todo caso nadie en España cree a estas alturas que el yerno del Rey vaya a ir a la cárcel. El itinerario judicial para dilucidar las apelaciones en instancias superiores es tan intrincado que pasarían años antes de que la pena se ejecutara. Eso sin contar las rebajas de las sanciones en vía de recurso, la declaración de prescripción de algunos delitos y finalmente el indulto decretado por el gobierno que en ese momento esté en ejercicio, mecanismos suficientemente engrasados por los poderosos para eludir la acción de una Justicia que, según Su Majestad, en España es igual para todos, sólo que para unos es más igual que para otros.
Sea como fuere, lo sustantivo es que el yerno del Rey ya no pide que la Justicia le restituya su honor mancillado, sino simplemente no ingresar en Carabanchel. A cambio se compromete a devolver parte del trinque acumulado en todos estos años a través de instituciones "sin ánimo de lucro" y empresas aledañas cuya propiedad comparte con su señora esposa. En pocas palabras, que D. Iñaki también se ha equivocao y lo siente mucho. Tal y como está actualmente el prestigio de la Alta Institución, hasta es muy probable que esté dispuesto incluso a que algo así no vuelva a suceder.