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Pablo Molina

No me lo creo

Tres partidos con una amplia base ideológica común para llegar a acuerdos factibles no pueden echar por tierra la oportunidad histórica de expulsar a los socialistas de la Junta de Andalucía.

Tres partidos con una amplia base ideológica común para llegar a acuerdos factibles no pueden echar por tierra la oportunidad histórica de expulsar a los socialistas de la Junta de Andalucía.
EFE

Tres partidos con una amplia base ideológica común para llegar a acuerdos factibles no pueden echar por tierra la oportunidad histórica de expulsar a los socialistas de la Junta de Andalucía. No me lo creo. Y no porque en la política española no hayamos asistido a espectáculos bochornosos, sino porque un fracaso de tales dimensiones socavaría las expectativas electorales de PP, Cs y VOX. Estamos, además, a las puertas de las elecciones autonómicas, municipales y europeas, fijadas para el último domingo de mayo, y también de las generales, que el doctor podría hacer coincidir con las anteriores para fastidiar a los gerifaltes de su partido, que ya no lo soportan, y hacer la campaña en el Falcon con Bego en plena primavera, que es cuando España se ve más bonita desde el cielo.

A pesar de las críticas que viene recibiendo, lo cierto es que la decisión de Ciudadanos de no negociar con VOX es razonable. En última instancia es Moreno Bonilla quien se va a presentar a la Presidencia de la comunidad andaluza y, por tanto, corresponde al PP negociar los apoyos para su investidura, no al partido naranja.

El desdén con el que Rivera y los suyos tratan a VOX es ya otra cuestión. Resulta bastante ridículo que Rivera cifre su desprecio al partido de Abascal en una ley, la de violencia de género, que hasta hace bien poco él mismo criticaba por la discriminación a que somete a una parte de la población. Nada más lógico en un partido que nació enarbolando la libertad y la igualdad de todos los españoles como principios básicos de su acción política. Puede que el fervorín ultrafeminista que se ha adueñado de Ciudadanos sea sincero o que todo responda a los afanes equinocciales de algún consejero tradicionalmente desnortado. En cualquiera de los dos casos, apañados van.

En estos días, los tres partidos han escenificado sus desencuentros y planteado sus líneas rojas para fijar su imagen de marca entre la bolsa de votantes de la que procede el electorado que se van a volver a disputar en cuestión de pocas semanas. Pero el espectáculo que están ofreciendo ha de llegar en algún momento a su fin con un acuerdo de mínimos, salvo que los tres partidos que tienen en su mano acabar con el régimen socialista andaluz decidan hacerle a Susana un regalo de Reyes tardío y provocar nuevas elecciones.

Yo no me lo creo. Ellos, tampoco.

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