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Los rectores pierden el conocimiento

La pregunta no es por qué Wert ha reducido estos fondos, sino en virtud de qué demencial razonamiento hemos estado tirando todo ese dineral.

La pregunta no es por qué Wert ha reducido estos fondos, sino en virtud de qué demencial razonamiento hemos estado tirando todo ese dineral.

Los rectores de las universidades públicas españolas acaban de hacer público un manifiesto en el que denuncian las oscuras maniobras del ministro Wert para acabar con la excelencia de nuestra enseñanza superior. En concreto, los rectores magníficos advierten de las graves consecuencias que representará la reducción de fondos destinados a la investigación universitaria: traerá consigo "la pérdida del tren del desarrollo tecnológico, hipotecando la investigación y los mayores avances en la frontera del conocimiento".

Ante esta defensa dramática de la contribución de la universidad española al I+D+i nacional, alguien podría pensar que somos una potencia planetaria en producción científica, y que el ministro del ramo, sencillamente, se ha vuelto loco al limitar la financiación de tan notable actividad. Sin embargo, el estudio que sirve de referencia mundial para clasificar la contribución científica en el ámbito universitario deja a la universidad pública española muy mal parada, es decir, en el lugar que le corresponde por méritos propios.

El referido estudio es el Informe Mundial SIR, que analiza todas las universidades e instituciones dedicadas a la investigación con más de 100 trabajos publicados en revistas científicas, así como su producción en la mayor base científica de datos, Scopus, del gigante Elsevier. Pues bien, para encontrar a la primera universidad española tenemos que descender hasta el puesto 165, en el que mora la Universidad de Barcelona. La Complutense, cuyo rector, D. José Carrillo, también se muestra muy dolido con el ministro por la retirada de fondos, está nada menos que en el puesto 214, justo por detrás de la Sungkyunkwan University de Corea. En los puestos más deprimentes de esta clasificación mundial tenemos a la Universitat Oberta de Catalunya, 3.234 –de un total de 3.290–; y en lugares algo (pero no mucho) más decorosos a las universidades de Burgos y Ramon Llul, en torno al puesto 2.700.

Esto es básicamente todo lo que la universidad pública española puede ofrecer al mundo en producción científica, a pesar de que los profesores dedican supuestamente la mitad de su tiempo remunerado a investigar.

La pregunta, por tanto, no es por qué el ministro Wert ha reducido estos fondos, sino en virtud de qué demencial razonamiento hemos estado tirando ese dineral durante tantos años.

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