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Pablo Molina

Los ayatolás ponen a prueba a Trump

Todo parece indicar que el presidente estadounidense no va a seguir la política de su predecesor de transigir con hechos consumados.

Todo parece indicar que el presidente estadounidense no va a seguir la política de su predecesor de transigir con hechos consumados.
Alí Jamenei.

Michael Flynn, flamante asesor de Seguridad Nacional del nuevo presidente de EEUU, ha tardado apenas unos días en salir a la palestra y ganarse un hueco en las páginas de la actualidad internacional. Los cien días de cortesía que se suelen otorgar a los equipos de Gobierno cuando llegan al poder se han convertido en el caso de Flynn en una semana a causa de las provocaciones de Irán, que este pasado fin de semana volvió a realizar pruebas con misiles balísticos en contra de los mandatos del Consejo de Seguridad de la ONU.

Flynn se ha encargado de dejar patente que Washington no va a permanecer de brazos cruzados mientras Irán amenaza a los aliados estadounidenses en Oriente Medio y, por extensión, a Occidente. La etapa de Obama, en la que cualquier bravuconada de los enemigos de Occidente era saldada con una fría llamada al apaciguamiento, parece que ya ha periclitado. O al menos es lo que se desprende de estas palabras de Flynn:

El Gobierno de Obama no respondió adecuadamente a las perversas intenciones de Teherán, [que ha seguido procediendo con] los envíos de armas, el apoyo al terrorismo y otras violaciones de las normas internacionales. La Administración Trump condena esas acciones de Irán, que debilitan la seguridad, la prosperidad y la estabilidad en Medio Oriente y el resto del mundo, y ponen vidas estadounidenses en riesgo.

Y para que no quedara duda del cariz de sus declaraciones, Flynn añadió: "Estamos advirtiendo formalmente a Irán".

Como señala el coronel israelí en la reserva Saúl Shai, experto en terrorismo internacional,

parece que [la última maniobra iraní] ha sido planeada cuidadosamente, tanto por el momento elegido como por el mensaje, y su propósito ha sido probar [al] presidente Donald Trump en la primera etapa de su Administración. Esto va a permitir a Irán prepararse para posibles cambios en la política estadounidense y en la de otros actores de la escena internacional.

En efecto, la decisión de realizar esos ensayos armamentísticos parece haber sido cuidadosamente meditada. Por una parte, no contravenían el acuerdo firmado en Viena en 2015 por Teherán y los seis poderes mundiales (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania), por el que se levantaban las sanciones internacionales que pesaban sobre la República Islámica a cambio de que ésta detuviera su programa nuclear. En cambio, sí contravienen resoluciones de la ONU; pero sobre el alcance de esta prohibición y la tipificación de las sanciones hay interpretaciones diversas que Teherán puede aprovechar para evitar una condena unánime.

De hecho, según Shai, esta provocación iraní servirá también para poner en un brete a los aliados de Teherán. No es la primera vez que Irán realiza pruebas de misiles balísticos tras el acuerdo nuclear, pero el veto de Rusia y China ha impedido hasta el momento la adopción de sanciones. Ahora bien, en un contexto de deshielo en relaciones entre Washington y Moscú, las cosas pueden cambiar, y Teherán quiere saber de qué parte está realmente Putin.

Los misiles utilizados para estos últimos lanzamientos fueron del tipo Jorramshahr, cuyo radio de acción no está claro. Hay expertos que aseguran tienen un alcance de 4.000 kilómetros, lo que pemitiría a la Guardia Revolucionaria iraní alcanzar objetivos estadounidenses en Oriente Medio e incluso llegar al corazón de Europa desde Teherán. Otros analistas consideran que el alcance es menor. En todo caso, en lo que no hay disputa es en que esos misiles son capaces de llevar explosivos nucleares.

Los ayatolás quieren comprobar de qué pasta está hecho Donald Trump, y todo parece indicar que el presidente estadounidense no va a seguir la política de su predecesor de transigir con hechos consumados. De momento, la respuesta inmediata ha sido una dura llamada de atención, acompañada de una advertencia muy clara.

Por cierto, el test fue un fracaso estrepitoso, ya que los misiles explotaron a los pocos segundos de estar en el aire. Así pues, en el ámbito tecnológico la intentona fue un desastre. Ahora depende de Trump y su equipo que también lo sea en el terreno diplomático.

© Revista El Medio

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