El nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado acota perfectamente el programa de Pedro Sánchez para despolitizar la Justicia, imperativo categórico sin el cual no es posible la vida en democracia.
La Lola de las sobremesas con un comisario de policía encarcelado por corrupto y un juez expulsado de la judicatura por prevaricador es, a partir de hoy, la responsable de la actuación del Ministerio Público y, por tanto, de garantizar los derechos de los ciudadanos y el interés público. Estamos en inmejorables manos.
Lola bebía buchitos de vino de la copa de su amigo prevaricador mientras llamaba maricón a un juez que acabó sentándose junto a ella en el Consejo de Ministros. Su compromiso con las reivindicaciones feministas le llevó a exigir una "reforma mental" de los jueces para que sentenciaran con perspectiva de género delitos trendies tales como las violaciones en manada (siempre que los integrantes de la piara no sean musulmanes). Ella, sin embargo, prefiere personalmente los "tribunales de tíos", vaya usted a saber por qué.
Las redes de prostitución están también en el objetivo de nuestra Lola, como corresponde a sus profundas convicciones feministas; pero si están organizadas por sus amigos para obtener "información vaginal" y extorsionar a terceros, entonces despacha el asunto con una felicitación al responsable porque esas operaciones son, en sus propias palabras, "un éxito seguro".
Dolores Delgado tiene una importante tarea por delante en el ámbito del cumplimiento de las penas impuestas en el juicio del procés. Se trata de sacar a la calle a los golpistas, primero con permisos penitenciarios y más tarde con el indulto correspondiente, para desjudicializar el conflicto con Catalunya, de cuyo feliz desenlace depende que Sánchez siga en la Moncloa y ella en el cargo. En otras palabras, lo que se espera de ella es que la Fiscalía actúe a partir de ahora con perspectiva de género independentista. Lo hará muy bien.