La degradación de la Cataluña nacionalista es un fenómeno imparable. Estos separatistas envilecen todo lo que tocan, sin que en estos momentos podamos prever hasta dónde van a ser capaces de llegar. Su capacidad para escarnecer a las instituciones y avergonzarnos a todos no tiene límite conocido, como demostraron este martes en el Parlamento ante la risueña mirada de Meritxell Batet, flamante presidenta del Congreso, en cuya calidad permitió los juramentos ilegales de la charanga separatista. Ojo, que la Batet es profesora de Derecho Constitucional; calculen lo que pueden dar de sí las sesiones del Hemiciclo cuando la sustituyan en el puesto los analfabetos funcionales que han elegido los socios de Sánchez para acompañarla en esas labores.
La sesión de constitución de las Cortes fue terrorífica. Los podemitas rebajaron el nivel de la política con su llegada a las instituciones públicas de forma alarmante. Nadie pensaba que las Cortes Generales pudieran caer más bajo, pero los separatistas nos han sacado del error con su capacidad portentosa para emputecer la sede de la soberanía nacional y despojarla de su necesaria solemnidad.
En una época en que hasta los comunistas bolivarianos se ponen chaqueta para ir al Congreso, los diputados separatistas aparecen en camiseta, cada uno con su leyenda, a cuál más lamentable. El fenómeno en la política catalana es transversal, porque también hubo diputados del PSC con su camiseta alusiva, para que no queden dudas de a quién deben los socialistas catalanes lealtad. No han llegado al extremo de las diputadas de la CUP en el Parlamento regional de Cataluña, que salían al atril a dar los discursos con dos camisetas superpuestas, pero la legislatura es muy larga y habrá muchos días de gloria, ya lo verán.
La Mesa de Edad del Congreso que dirigió la constitución del Parlamento fue la imagen perfecta de lo que nos espera estos próximos cuatro años: en la Presidencia, un señor de verbo torrencial y unas barbas a medio camino entre Gandalf y Valle-Inclán. En la Secretaría, la diputada más joven (separatista, por supuesto), que animaba a los diputados a darse prisa en depositar su voto para evitar los "trombos", advirtiéndoles repetidamente de que "propendemos a la trombosis otra vez".
Y mientras el Parlamento se degradaba a toda leche, Pedro Sánchez saludaba al preso golpista Oriol Junqueras y le decía: "No te preocupes". No, si no está preocupado. Al contrario, está entusiasmado con lo que vio ayer en el Congreso y, sobre todo, lo que falta por venir. Nos vamos a enterar.