Los nuevos alcaldes podemitas han comenzado a dar muestras del desastre que pueden causar en una sola legislatura allí donde el pueblo soberano les ha otorgado su confianza. Barcelona y Madrid ya han comenzado a destruir el turismo, en La Coruña han prohibido los toros y en Cádiz el Kichi, mi ídolo, que este sí que va a por todas, puede que acabe directamente con el ayuntamiento en pleno. Podría ser peor, pero es que acaban de llegar al cargo y necesitan algo de rodaje para dar todo lo que llevan dentro de sí.
Puede que haya vecinos en esas ciudades acojonados por la capacidad destructiva de estos regeneradores de la democracia. Muchos pensarán ahora que no hace falta que les devuelvan la dignidad tan de golpe, pero si es así que huyan al pueblo de los abuelos porque lo mejor está por venir. En todo caso no cabe fingir sorpresa, porque de estos analfabetos fanatizados solo cabía esperar fuertes subidas de impuestos, gasto público desatado, nepotismo y un ataque frontal a cualquier actividad que genere riqueza. Ah, y mucho masaje sentimental para los más rencorosos, sustituyendo el nombre de las calles y cambiando 80 años después el signo de una guerra cuyos abuelos, en la mayoría de los casos, libraron en el bando nacional.
Lo que procede ahora es que madrileños, barceloneses, coruñeses, gaditanos y los habitantes del resto de ciudades y pueblos con alcalde podemita comiencen a disfrutar a fondo de lo votado. La experiencia va a tener un alto valor pedagógico, y eso que, como ya hemos señalado, esta oleada de concejales megaconcienciados todavía no ha empezado a actuar en serio. A pesar de las ganas que tienen, se lo están tomando con calma, porque muchos pensábamos que un mes y medio sería suficiente para haber provocado ya algunos estropicios irreparables. ¡Es que esperábamos mucho más de ellos! Teníamos un altísimo bajo concepto de los podemitas y sus movimientos populares que, con toda seguridad, quedará justificado más tarde o más temprano. Démosles un poco más de tiempo.