El batacazo del Partido Popular en las pasadas elecciones autonómicas y municipales ha sido de los que causan impresión, aunque Rajoy, con su habitual energía y optimismo, se empeñe en decir que no es para tanto. El PP sigue siendo el partido mayoritario entre los votantes españoles, pero la pérdida de poder y votos y su pase a la oposición en lugares señeros han tenido efectos devastadores. Sólo había que ver las caras de algunos líderes regionales en la noche electoral, enfrentados al hecho de que perdían los cargos que han ostentado durante lustros a causa de los más que previsibles pactos de socialistas, nacionalistas y el sustrato magmático de la Podemidad.
Las elecciones autonómicas y municipales se han llevado por delante a toda una generación de altos cargos del PP. Unos porque sus problemillas judiciales tras 20 años en la poltrona hacían inviable que encabezaran de nuevo las listas y otros porque les ha tocado pagar en las urnas las facturas políticas que la crisis, con sus efectos tremebundos, y Rajoy, con su acción de Gobierno, les han pasado al cobro.
Así pues, el PP cuenta en numerosos ayuntamientos y varias comunidades autónomas con políticos recién llegados al cargo a los que les tocará ejercer sus funciones bajo la atenta mirada de la oposición y la censura inquisitorial de los podemitas, que como todo el mundo sabe han venido a este mundo a reñir a los demás. Además de con el equilibrio siempre precario que supone gobernar en minoría, los concejales desconocidos del PP tendrán que lidiar también con sus rivales de Ciudadanos, a los que deben el haber accedido al poder no por convencimiento político, sino porque la dirección nacional de ese partido los habría expulsado a patadas de haber dado su apoyo a la izquierda en minoría, como casi todos ellos hubieran querido. El resentimiento de los representantes locales del partido naranja ya se ha hecho patente en algunas putaditas previas a la elección de los alcaldes y presidentes autonómicos. Es el único derecho al pataleo que les permite su partido y en ello están, empleándose a fondo.
Con este panorama y sin apenas dinero para atender las necesidades de sus áreas de gestión, los "concejales desconocidos del PP" van a vivir cuatro años de lo más intenso. Como además de no robar hagan una gestión brillante, las próximas elecciones van a ser para sacar sillas y buscar un buen sitio para ver los rostros podemitas y sociatas en la noche electoral.