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Pablo Molina

España, de entrada no

La Historia lleva camino de repetirse, pero en plan todavía más chusco, como corresponde a los personajes de esta farsa.

La Historia lleva camino de repetirse, pero en plan todavía más chusco, como corresponde a los personajes de esta farsa.

Las discusiones entre los partidos nacionalistas acerca de la pregunta que quieren plantear a los ciudadanos catalanes en el referéndum imposible recuerda la operación del PSOE sobre la entrada de España en la OTAN. Felipe González, como Artur Mas, endosó a sus votantes la responsabilidad de una decisión que, como presidente, no podía adoptar sin quedar como un petimetre a ojos de sus votantes y de las democracias occidentales. González pasó del "OTAN, de entrada no" de su campaña brutal contra la UCD a preguntar al pueblo español: "¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?", no sin antes especificar en la papeleta de voto tres condiciones, a cuál más absurda, que de sobra sabía todo el mundo que no se iban a cumplir. Como así fue.

Artur Mas parece decantarse por una pregunta igual de ambigua pero aún más majadera, del tipo "¿Quiere que Cataluña sea un Estado soberano?", que es como preguntar al electorado catalán si quiere que el Barça gane veintisiete Champions seguidas. En uno y otro caso el resultado no depende de la voluntad de los votantes, sino de las normas que regulan el funcionamiento de la democracia y las competiciones futbolísticas, con el Gobierno de España y la UEFA como organismos decisorios en última instancia. Ni uno ni otro merecen demasiadas garantías, claro, pero hay disparates que no están al alcance ni siquiera de Blatter, que ya es decir. Felipe al menos contaba con una mayoría parlamentaria aplastante, mientras que Mas está a punto de pegarse un batacazo monumental (el segundo de su carrera), lo que dice mucho también de la visión política de uno y otro.

Como los comunistas en tiempos de González, los dirigentes de ERC están muy irritados ante la posibilidad de que Artur Mas rebaje las expectativas levantadas cuando pactaron con él llevarlo a la Generalidad. Se sienten traicionados, y con razón. A Junqueras hay que reconocerle la sinceridad de sus planteamientos políticos, con la secesión de la región catalana como objetivo primordial, y no parece que vaya a transigir con esta deslealtad de los convergentes después de tantos meses de amenazas y palabrería independentista.

La Historia lleva camino de repetirse, pero en plan todavía más chusco, como corresponde a los personajes de esta farsa. Así como el socialista Javier Solana acabó al frente de la OTAN, preparémonos para ver en un futuro no lejano a Homs (James Homs, FJL dixit) de ministro de Cultura y portavoz del Gobierno con Rajoy. Igual hasta lo hace bien.

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