Los dirigentes autonómicos están cada vez más angustiados a causa de la parálisis política, que viene impidiendo desde hace ya nueve meses la formación de un nuevo Gobierno. Las comunidades autónomas necesitan presupuestos expansivos para que sus mandamases puedan gastar más aún de lo que lo han venido haciendo en años anteriores, y con un Gobierno en funciones a lo máximo que pueden aspirar es a repetir las cuentas del presente ejercicio.
El drama está servido, porque ningún alto cargo autonómico puede admitir que sólo se le autorice a gastar lo mismo que el año anterior. Las comunidades autónomas nacieron para crecer en competencias absurdas y multiplicar el despilfarro. Esas son sus señas de identidad, y cualquier acontecimiento político que ponga en cuestión ese principio fundacional crea necesariamente graves disfunciones administrativas.
Por eso hay una creciente presión por parte de los dirigentes autonómicos para que, de una vez, se forme un Gobierno en España. Da igual el color político; las voces que surgen del entramado del poder autonómico exigen al unísono un nuevo Gobierno, única manera de que las autonomías puedan gastar más de lo que lo han venido haciendo en los meses recientes. En España no hay un asunto de interés general en el que todas las comunidades autónomas vayan de la mano; ahora bien, cuando se trata de sacar dinero al contribuyente hay siempre "mucha unanimidad", que diría cierto expresidente regional.
En realidad, a las comunidades autónomas les debería dar igual que haya o no un Gobierno en funciones. Los titulares de los ayuntamientos, que prestan servicios directos a los ciudadanos, no están tan desesperados, salvo los alcaldes podemitas, pero esos compiten para ver quién pelotea más al líder supremo. Sin embargo, los dirigentes de las autonomías están como si fuera su cargo, y no el de Rajoy o Sánchez, el que dependiera de que haya o no nuevas elecciones.
Como auténticos yonquis del presupuesto que son, los políticos autonómicos necesitan cada vez una dosis mayor para calmar su adicción. Si fracasan las negociaciones para formar un nuevo Gobierno se verán abocados a otros seis meses de parálisis presupuestaria, y esa es una amenaza que ninguno de ellos, del partido que sea, puede soportar.
Por eso sería muy bueno que hubiera nuevas elecciones generales, a ver si superan el síndrome de abstinencia y se curan de su adicción. Hagámoslo entre todos. Es por su bien.