A cada español de bien nos ha tocado un cuñado progre que ahora, además, se ha hecho podemita, porque no hay majadería que no abrace con entusiasmo siempre que provenga de la izquierda. Es posible que usted tenga la suerte de no tener un cuñado podemita: no se preocupe; a otro le han tocado dos (¡o tres!). La estadística no falla.
Si la Navidad es la época más peligrosa del año por los gañotazos del cuñado progre, el verano no le anda a la zaga. El cuñado diseña minuciosamente sus vacaciones para gozar de la hospitalidad forzosa de toda la familia. Juega con ventaja, claro, porque los sitios que él frecuenta no son precisamente el lujo asiático que todos ansiaríamos disfrutar. Cuando corre de su bolsillo, el cuñado progre se aloja en albergues alternativos donde las colas para utilizar el único baño que funciona comienzan a las seis de la mañana. El ambiente es enriquecedor y el personal muy progresista, pero lo más importante es que ahí no hay el menor riesgo de que una avalancha de familiares se te presente con el objetivo de pasar contigo el fin de semana.
Estas cosas son las que te cuenta para dejar claro que él es un tipo mucho más moderno y comprometido que tú, mientras deja las maletas en la entrada del coqueto apartamento en el que pretendías pasar quince días tranquilos con tu mujer y los niños. Antes de terminar de explicarte lo enriquecedoras que eran las veladas culturales en el albergue de okupas ya se ha instalado. Hemos de reconocerlo: a la hora del gañotazo, el tío es un profesional.
El cuñado ama los ambientes alternativos, pero prefiere pasar el verano contigo en tu bungaló de clase media. Como dice pablemos cuando se pone pedante (o sea, siempre), lo suyo es "cabalgar contradicciones". Y comer marisco a tu costa cada vez que haya ocasión, así se esquilmen los fondos marinos de crustáceos, moluscos y equinodermos y perezca la vida en los mares, que una cosa es acusar de fascista al que le gusten los toros y otra muy distinta privarse de tirarle a la cigala fresca como un liberado de la UGT.
El mes de agosto es la etapa más crítica de las vacaciones porque durante esas semanas el cuñado progre puede atacar en cualquier momento. Él solito se encarga de convertir el verano en una época penitencial. Pero no debemos angustiarnos: su compañía forzosa durante las vacaciones es una especie de maldición bíblica de la jamás nos podremos zafar. Cuanto antes lo aceptemos más tranquilos pasaremos las vacaciones y mejor nos sabrán los gintonics de la madrugada, junto al mar, a la luz de las estrellas.