La brutal invasión contra Ucrania ordenada por el régimen de Vladímir Putin tiene un objetivo claro: acabar con la democracia de aquel país para evitar que el pueblo ruso asuma las demandas de libertad y democracia que los ucranianos abrazaron con una convicción ejemplar, que está sacudiendo la conciencia de las naciones occidentales. Es la democracia, no la OTAN, lo que teme Putin; la comunidad internacional de naciones democráticas debe actuar con firmeza ante este atentado contra la paz mundial, apoyando a Ucrania y cortando los vínculos económicos con el autoritarismo agresor.
La maquinaria de propaganda rusa busca convencer a su pueblo y a la opinión publica internacional de que Rusia se siente amenazada por la OTAN, de que esta alianza defensiva estaría integrando a Ucrania para socavar las bases de su seguridad y de otras mentiras propagadas por sus medios estatales y los canales digitales con los cuales disemina desinformación para desestabilizar a las democracias de todo el mundo.
En un reciente artículo titulado "Calamity Again", Anne Applebaum refuta este discurso propagandístico y describe las verdaderas causas de la invasión rusa, destacando que constituye una respuesta a una amenaza ideológica, no militar. Destaca que la determinación ucraniana de convertirse en una democracia plena es un desafío al proyecto de Putin de construir una cleptocracia autocrática en la cual tenga el poder ilimitado, como sucedía en los tiempos de la Unión Soviética. Resalta que si los ucranianos tienen éxito en convertirse en una nación democrática con Estado de Derecho e integrada a Europa, será inevitable que el pueblo ruso también se pregunte por qué no podrían ser también una sociedad auténticamente libre.
La verdad es que Putin inició hace varios años un proceso por el cual desarrolló una nueva forma de autoritarismo, camuflada en una farsa democrática en la que una vez se llega al poder se destruyen las instituciones desde dentro, acabando con su independencia mediante el control partidario; además, se ataca permanentemente a todos los posibles competidores, para que no tengan capacidad efectiva de desafiar electoralmente a las autoridades y asegurar la permanencia del régimen cuando la popularidad del líder decae. Siempre he pensado que el modelo de régimen para Hugo Chávez y quienes lo siguieron nunca fue el de Fidel Castro sino el de Putin.
En otro artículo sobre el mismo tema, el columnista del New York Times Thomas Friedman señala que siempre se ha negado a utilizar el cliché de que nada volverá a ser igual después de un determinado hecho. A pesar de ello, sostiene que es tal la dimensión histórica de la invasión de Ucrania que nuestro mundo no va a volver a ser el mismo. Friedman resalta que lo que pretende Putin es apropiarse del territorio del vecino como se hacía en el siglo XVIII, pero en el mundo globalizado del XXI.
La pandemia enseñó al mundo que la economía internacional no puede depender de un solo proveedor, que es necesario diversificar las fuentes de aprovisionamiento y las ubicaciones de las plantas de producción. Que es de fundamental importancia reorientar las corrientes del comercio mundial acercando la producción a los grandes centros de consumo, lo que además abre enormes oportunidades para regiones como América Latina, que podría tener una nueva oportunidad de crecimiento y desarrollo sostenibles.
La invasión de Ucrania convierte esta tendencia en una necesidad imperiosa. La idea de que haciendo comercio con los regímenes totalitarios se logra que sus países progresen y posteriormente se conviertan al sistema democrático no ha funcionado. Están utilizando los recursos de las democracias occidentales para atacarlas. Las naciones democráticas deben demandar democracia para compartir prosperidad.
El pastor luterano Martin Niemoller escribió un famoso poema contra la indiferencia, en el cual reflexionaba sobre cómo nadie decía nada cuando los nazis se llevaban a los campos de concentración a quienes consideraban sus enemigos porque los demás pensaban que no pertenecían al grupo que se estaba persiguiendo. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar en mi nombe. Ya invadieron Ucrania, amenazan a Finlandia y a Suecia, las naciones democráticas deben despertar y darse cuenta de que en realidad la amenaza es contra ellas.
Óscar Ortiz Antelo, exministro de Economía de Bolivia.