La Naturaleza y en particular la Fauna tienen una importante cita ante las urnas en las diversas elecciones que se aproximan en España; algunas facetas de este fenómeno tienen carácter novedoso.
Desde que da comienzo el "ecologismo político" en los años sesenta del siglo pasado, motivado fundamentalmente por los primeros desastres marítimos que fueron llamados "mareas negras", la llamada a la defensa del medio ambiente venía siendo reclamada casi en exclusiva por los partidos europeos de izquierdas: ahora, al menos en España, las cosas están cambiando.
El "ecologismo sandía"
El referido uso del ecologismo, entonces recién nacido, por la izquierda, dio origen al concepto de "ecologismo sandía", como lo caricaturizaba la derecha para referirse a sus postulados, muy basados en la obstaculización del desarrollo nuclear, mientras paradójicamente la Unión Soviética, entonces referencia fundamental de la izquierda occidental, se nuclearizaba sin límite ni control, hasta Chernobyl, claro está.
El ecologismo antinuclear se fue diversificando poco a poco y sus objetivos se centraron sucesivamente en la lucha contra el petróleo, el consumo de pieles, la desertificación y finalmente, el gran mito del "cambio climático", que se defiende en función del supuesto "consenso" político, pero que por el momento es imposible de demostrar utilizando el método científico.
En España en particular fueron objeto de la presión ecologista, en su variante animalista, las industrias peleteras y la tauromaquia, y en menor grado también la caza: la liberación de visones americanos que se criaban en una granja del Guadarrama madrileño y el ataque a las rapaces de Cetrería del refugio que mantenía el ICONA en la Casa de Campo de Madrid fueron ejemplos de las irreflexivas actuaciones que llevaron a cabo algunos activistas.
Del ecologismo al animalismo y el especismo
En nuestro siglo XXI, todavía joven, los planteamientos más radicales del viejo ecologismo han evolucionado hasta el llamado animalismo. Una postura que, especialmente en su componente más extremo, llamado "especismo", trata de adjudicar a las especies animales idénticos derechos que los que dignifican a la especie humana: en consecuencia toda explotación de la fauna viene a ser prohibida y en muchos casos se prescribe el consumo de sus recursos alimentarios.
El "Proyecto Gran Simio" fue pionero en el sentido animalista y causó a las especies de primates antropoides el perjuicio de un efecto rebote provocado por el escepticismo o la burla de muchos ciudadanos, que no hubieran tenido reparo alguno en apoyar la protección integral de estas especies si no se hubieran formulado propuestas tan radicales. A pesar de todo, la evolución de la cultura popular y el trabajo de los conservacionistas menos extremos consiguió que muchos primates fueran liberados de inadecuadas jaulas o salieran de las pistas de los circos.
Por evolución del animalismo se llega en los últimos momentos al veganismo, ya que como consecuencia del planteamiento especista no resulta lógico consumir producto de origen animal, con inclusión de huevos y carne. Sin duda se trata de una opción respetable desde el punto de vista ético, pero muy discutible desde los aspectos médicos y económicos. En definitiva así estamos en estos momentos.
El mundo del campo se rebela
Como cabía esperar, los ataques del animalismo contra los toros y la caza han motivado una alarmada respuesta por parte de los habitantes del medio rural español, que detectan tintes "urbanitas" en el intento de prohibición de la actividad cinegética o de la crianza del toro en los centenares de miles de hectáreas que ocupa en España tal actividad: "La España vacía" es el titular con el que la población rural se queja del abandono y de pérdida de generación de actividad económica que seguirían a las propuestas animalistas.
Las manifestaciones a favor de la España rural no se basan sólo en amenazas, sino también en Leyes como las recientemente promulgadas en Castilla y León prohibiendo la actividad cinegética: aunque recurridas y no definitivamente aprobadas, no es extraño que hayan generado entre las personas que viven en el campo tanta indignación como preocupación por el futuro.
Un nuevo panorama electoral se dibuja en la actual pre-campaña con la Naturaleza y en particular los animales como tema básico: en primer lugar hay que reconocer que la fuerte presión animalista podría conseguir que los partidos que reconocen esta opción, como el PACMA, alcancen al menos un escaño en el Parlamento.
Por otra parte la rebelión rural que pide con toda justicia el fomento de las actividades que puedan generar recursos económicos en el campo, muy especialmente en las zonas menos pobladas, se presenta como un argumento capaz de generar votos, aunque no precisamente de los urbanitas estrictos. Esta presión popular viene a ser reivindicada por la derecha, de manera que nos encontramos ante un pulso electoral "naturalista" sin precedentes ni sencillo pronóstico.
Queremos pensar que se llegará al punto de equilibrio que sea más positivo para la castigada naturaleza ibérica: lo más importante es que no haya un alto porcentaje de indiferentes ante los problemas ambientales, esos son los más peligrosos.