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Miguel del Pino

Volveremos al Infierno

Hemos vuelto a mirar hacia Venus. Esperamos que nuestro gemelo en el Sistema Solar no nos defraude.

Hemos vuelto a mirar hacia Venus. Esperamos que nuestro gemelo en el Sistema Solar no nos defraude.
El planeta Venus, un | Cordon Press

Mientras los políticos participantes en la recién terminada "Cumbre del Clima" parecen desconcertados, por no decir avergonzados por su nuevo fracaso, la Ciencia ultima los detalles del proyecto de un nuevo viaje espacial, en esta ocasión se trata de tres nuevas misiones para explorar nuestro planeta gemelo, Venus, al que hace muchos años que teníamos olvidado.

A los gobernantes de los países que han desarrollado la tecnología necesaria para exploraciones espaciales les cuesta trabajo convencer a sus votantes sobre la necesidad de embarcarse en misiones económicamente tan costosas, de manera que no es solo la importancia científica del proyecto en estudio, sino también la curiosidad que su anuncio despierte entre los ciudadanos. Posiblemente esta es la razón de que Venus haya estado prácticamente olvidado durante más de dos décadas.

La principal razón de este olvido es que Marte, nuestro otro vecino próximo, había ganado la carrera respecto a Venus en función de la esperanza de encontrar vida en el sustrato rocoso marciano por el que ya sabemos pasearnos con dominio técnico impensable hace unos pocos años. Unos meteoritos marcianos encontrados en la Antártida motivaron esta nueva curiosidad capaz de justificar ante los votantes norteamericanos los ingentes gastos necesarios para la exploración del "planeta rojo".

Costó trabajo admitirlo pero no hubo más remedio que reconocer que algunos meteoritos aprisionados por los hielos antárticos procedían de Marte. Tan increíble proceso pudo producirse en un remoto pasado cuando al ser bombardeado el planeta por lluvias de meteoritos, algunos fragmentos desprendidos en los choques habrían sido capaces de escapar de la órbita marciana, y tras vagar por el espacio, ser atrapados por la atracción de la Tierra y caer en su superficie sin desintegrarse. Increíble pero cierto.

La victoria de Marte sobre Venus en cuanto a curiosidad para la humanidad tuvo su punto de inflexión en 1996, cuando un grupo de científicos de reconocida solvencia anunció que uno de los meteoritos de origen marciano, bautizado como ALH84001, contenía fósiles de vida microscópica. Aunque el supuesto hallazgo nunca fue confirmado, ya que las micro-esferas alineadas que se habían tomado por fósiles de microbios podían perfectamente ser cristalizaciones no producidas por la vida, la curiosidad se había despertado y Venus se olvidó para volcar la tecnología hacia la exploración marciana.

Cuando menos se esperaba, la humanidad no solo vuelve a mirar hacia Venus sino que prepara un triple proyecto para volver a su exploración mediando el envío de ingenios de última generación. Las agencias espaciales norteamericana y europea, (NASA y ESA) acaban de aprobar tres misiones a Venus que rendirán sus frutos durante la década de los años treinta: Veritas, Da Vinci y EnVision estudiarán con detalle nunca imaginado la atmósfera y la superficie de Venus, el conocido "lucero del alba o del atardecer".

Venus tiene un brillo deslumbrador visto desde la Tierra o incluso desde las ondas espaciales que lo han orbitado. Pronto se comprobó que tal "albedo", que es como se denomina esta capacidad de reflexión de la luz, se debe a una enorme capa de nubes. Lo que no lograron los instrumentos ópticos lo consiguieron las primeras sondas capaces de traspasar la densísima atmósfera y caer en la superficie venusiana fueron soviéticas, las llamadas "Venera", que fueron aplastadas a las pocas horas de contactar con el desierto rocoso que resultó ser la superficie venusiana.

Durante su descenso suicida atravesando la atmósfera, las sondas confirmaron un ambiente completamente imposible para la vida: la densidad del dióxido de carbono supera el 90%, pero hay además importantes proporciones de óxidos de azufre, tormentas incesantes y agua pesada, más difícil de evaporar que el agua normal. Las exploraciones norteamericanas llevadas a cabo por el proyecto Mariner confirmaron los tremendos datos. La vida en Venus era absolutamente imposible.

Las rocas fotografías por las sondas Venera antes de ser aplastadas por el peso de la atmósfera eran indudablemente volcánicas, lo que permitió suponer que había sido una intensísima y reciente actividad volcánica prácticamente global lo que había originado en Venus una atmósfera tan diferente a la terrestre.

Definitiva resultó la conclusión del eminente y popular Carl Sagan conocido a nivel mundial no solo por sus trabajos científicos sobre el universo, sino también por su serie divulgativa Cosmos. Dijo Sagan que la humanidad, desde sus comienzos históricos había imaginado un lugar como Venus y lo había llamado "infierno".

Tras los primeros éxitos soviéticos, la NASA recuperó el protagonismo en la exploración venusiana por medio de la sonda Magallanes, que terminó sus giros en la órbita de Venus en 1994. La Magallanes fue cartografiando la superficie venusiana mediante ondas de radio, ya que las nubes, densísimas, hacían imposible la exploración óptica. Nos encontramos efectivamente con más de doscientos volcanes, algunos de forma muy diferente de los que podemos encontrar en la Tierra.

Algunas coladas de lava solidificada parecían muy recientes, si bien no se detectó ningún volcán activo durante la cartografía de la Magallanes. Descubrimos un mundo insólito, con volcanes que parecen aplastados por la densidad atmosférica. Desde luego un vulcanismo tan masivo justificaría la infernal atmósfera, pero habría muchas otras circunstancias que investigar, como la influencia del sol y sus ciclos de actividad en el calentamiento del planeta.

El agua pesada encontrada en la atmósfera podría ser el resto dejado por la evaporación masiva de un océano que Venus pudo haber tenido antes de sufrir su catastrófico proceso de calentamiento. Demasiadas preguntas para dejar sin responder solo por la victoria mediática de Marte causada por las cristalizaciones de sus meteoritos.

Después de la ingente labor cartográfica de la sonda Magallanes, la NASA, y por ende la humanidad", se olvidó de Venus y su infernal ambiente. Ahora vamos a volver a ese infierno. Estamos a menos de diez años de disfrutar de asombrosos descubrimientos.

El mayor artífice de la vuelta del interés de la Ciencia por el planeta Venus ha sido el prestigioso investigador Michael Way, del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA. Sus hipótesis sobre el pasado de Venus, serán muy pronto refrendados por las misiones Veritas y Da Vinci. Lo que hasta ahora se cree con base a modelos de ordenador pueden convertirse en reales observaciones científicas. Veritas cartografiará la superficie del planeta trabajando en el infrarrojo, lo que le permitirá identificar incluso minerales de las rocas venusianas. Da Vinci dedicará sus observaciones fundamentalmente a los gases atmosféricos actuando bajo la dirección de Jim Garvin y constará de una sonda coordinada con un orbitador.

El tercer proyecto de la expedición, llamado Envision, estudiará tanto la composición de las rocas como la de la atmósfera, gracias a sus modernísimos espectrómetro ultravioleta e infrarrojo. También llevara a cabo un experimento de radio para tratar de general una imagen orientativa sobre el interior del planeta.

Es posible que podamos descubrir algunos de los grandes secretos de un planeta que es prácticamente gemelo de nuestra Tierra en cuanto a tamaño, pero con diferencias atmosféricas y superficiales tan diferentes que lo convierten en inhabitable, por no decir infernal, apropiándonos del calificativo de Sagan.

¿Tuvo alguna vez Venus un océano líquido y una atmósfera compatible con la vida? ¿Hubo un episodio volcánico global no conocido en nuestro planeta que generaran las condiciones actuales? ¿Pudo ser la mayor proximidad al Sol lo que generó su evolución hasta su estado actual?

Hemos vuelto a mirar hacia Venus. Esperamos que nuestro gemelo en el Sistema Solar no nos defraude.

Miguel del Pino es Catedrático de Ciencias Naturales.

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