La masificación de las nuevas tecnologías para la captación de energía producida por la obsesión del llamado "cambio climático" está produciendo unas víctimas inesperadas, las aves; para ellas volar es cada vez más peligroso.
Las redes de tendidos eléctricos eran allá por lejanos años ochenta el principal peligro para las grandes aves: la electrocución por choque con los cables, especialmente en aves de gran envergadura que podían tocar dos cables o un cable y una torre al tiempo, suponía una sangría de cadáveres que quedaban sembrados bajo los puntos negros de estas estructuras.
Hay que reconocer la buena voluntad que mostraron las compañías eléctricas de aquella época al invertir fuertes sumas de dinero para tomar medidas correctoras del brutal impacto ambiental de los tendidos. En algunos tramos de especial peligrosidad se llegó al enterramiento de las líneas, sin duda la mejor de las soluciones posibles, pero cuando esto no resultaba factible se aislaron cables, se protegieron torres y en definitiva se minimizó en muchos trazados un impacto para las aves que venía siendo insostenible.
Algunas de aquellas instalaciones de protección han quedado obsoletas o se encuentran deterioradas en la actualidad, como denuncia la revista Quercus, decana de la prensa ambiental española, en su número correspondiente al mes de octubre. Aislantes que se han desgastado quedando cables al descubierto u otros fallos similares hacen que vuelva a ser frecuente la triste imagen del buitre o del águila electrocutados al pie de la torreta.
Pero a las aves se les van presentando nuevos enemigos contra los que es cada vez más difícil luchar. Los Parques Eólicos figuran entre ellos.
Cuando la energía eólica se presentó a la opinión pública como una de las principales soluciones a la crisis energética sin tener que recurrir a la denostada opción nuclear, según la mayoría de las fuentes ecologistas, el horizonte de los campos españoles se fue llenando de nuevos molinos de viento, también con aspas, como los que enfrentó Don Quijote, pero mucho más altos y peligrosos para el vuelo de las aves. Nuevas fotografías sembraban ahora la alarma, sus protagonistas eran las aves despedazadas por el giro de las aspas de los molinos eólicos.
Por añadidura tales parques deben situarse en lugares azotados por los vientos, por los mismos vientos que las aves aprovechan en ocasiones para volar con menor gasto de energía. El choque era un nuevo tributo que las aves deberían pagar a las llamadas "energías limpias" que para ellas estaban resultando extraordinariamente sucias.
Sigamos con la relación de nuevas amenazas: los Parques Solares, especialmente los más recientes, de gigantescas dimensiones como los que se vienen instalando en los Estados Unidos, proyectan un fulminante rayo que se concentra a partir de centenares, cuando no miles de espejos, en busca de una torre generadora de electricidad. En este caso el enemigo resulta invisible: este haz de calor literalmente desintegra a quien cruce por él, que es, naturalmente, un ave, otra vez la gran víctima de estas tecnologías.
Si tenemos en cuenta que el futuro de la obtención de energía por métodos supuestamente limpios se proyecta en forma de instalaciones gigantescas, tanto en lo que se refiere a aerogeneradores como a las dimensiones de las superficies de los parques de espejos solares, o también a las instalaciones costeras con el consiguiente peligro para las aves marinas, no cabe esperar que la situación mejore para la conservación de un gran número de especies voladoras, entre las que las aves destacan especialmente.
De la pedrada al rayo desintegrador pasando por las aspas de los molinos o la electrocución en cables mal protegidos, no cesan los peligros para las aves. A estos riesgos, si se quiere consecuencia de la búsqueda del bienestar humano, hay que unir otros verdaderamente absurdos como la persecución por parte de escopeteros, que no de verdaderos cazadores. Recientemente ha aparecido acribillado por perdigones unos de los halcones nacidos en Madrid capital, concretamente en el Barrio de Aluche, anillado y objeto de seguimiento por GPS. El desaprensivo quedará una vez más en el anonimato.
Lo peor que le puede ocurrir a las aves no es lo que hasta ahora hemos descrito, sino, sobre todo, la pérdida de hábitat: el avance de las construcciones y de la deforestación es imparable y las aves se quedan sin bosques, sin estepas limpias, sin choperas y en definitiva sin sus casas. Una verdadera pena para la mirada científica, pero también a la hora de valorar a estos animales como uno de los que hacen más grata al hombre la naturaleza y hasta el propio entorno urbano.
Volar es cada vez más peligroso para las aves, pero no parece fácil solucionar los problemas que afectan a este grupo zoológico, el más popular y mejor conocido, debido a su gran conquista evolutiva: el vuelo. La forma de delimitar el territorio de muchas de sus especies, el canto, les ha hecho también merecedoras de la admiración humana. Un mundo sin aves, la famosa "primavera silenciosa" parece una historia de terror. Esperemos que no lleguemos a vivirla.