Con la llegada del calor proliferan y pueden convertirse en un peligro no despreciable. Hablamos de los parásitos que suelen afectar a nuestros animales domésticos y también a nosotros si no tomamos medidas adecuadas.
Si un desagradable animalejo se ha instalado entre el pelo de nuestra mascota, canina o felina, o en el plumaje de nuestras aves, no hace falta que nos molestemos en contarle las patas antes de actuar, pero a titulo orientativo diremos que si tiene seis es un insecto y si cuenta con ocho pertenece a la clase de los arácnidos. No está mal empezar por identificar al desagradable parásito.
Un buen parásito no mata a su presa, o al menos no lo hace a corto plazo; en muchas ocasiones la parasitosis puede llegar a ser letal para el atacado, pero por lo general se limita a causar daños que pueden llegar a ser graves, pero que mantienen viva a la víctima para que su explotación sea duradera.
Los parásitos invertebrados como los insectos y arácnidos muestran actividad dependiente de la temperatura ambiental, por eso se hacen más activos con la llegada de los calores veraniegos. La Ley fisiológica de Vant´hoff establece que tal vitalidad se duplica a los diez grados de aumento de la temperatura, como es natural dentro de los límites vitales.
Muchos de los parásitos de nuestras mascotas son hematófagos, es decir, se alimentan de sangre, causando por esta razón importantes trastornos como debilidad o incluso anemia al animal parasitado; la parasitosis de los hematófagos puede causar además daños secundarios, como la transmisión de microorganismos que pueden llegar a ser letales o por lo menos causar graves enfermedades.
El mecanismo de extracción de sangre por parte de estos parásitos está extraordinariamente perfeccionado, de manera que al tiempo que se produce la picadura suele inyectarse un anestésico local que la hace imperceptible y tampoco es extraña la inoculación de anticoagulantes que mantienen fluida la sangre y facilitan su succión.
Los parásitos hematófagos pueden ser temporales y permanentes: los temporales son más difíciles de localizar y de combatir, ya que sólo están fijados a su presa durante el tiempo que dura la toma de sangre; después vuelven a camuflarse en el entorno esperando una nueva ocasión de alimentarse.
Los parásitos permanentes se instalan sobre su víctima durante largos periodos de tiempo que a veces se extienden a la totalidad de su ciclo vital, aunque lo más frecuente es que la abandonen para cambiar de huésped si el ciclo parasitario comprende varias fases larvarias antes de llegar a la de adulto.
Estamos hablando hasta ahora de los parásitos que atacan por tierra, es decir de los reptantes que se camuflan en el entorno y tienden a subir por las patas del animal al que se fijarán ocultándose entre el pelo, pero algunos atacan "lanzándose en paracaídas", como las garrapatas que descansan subidas a los tallos del pastizal y se dejan caer cuando captan calor y aroma a ácido butírico, es decir, cuando registran el paso de cualquier mamífero.
Los voladores también deben ser tenidos en cuenta, ya que entre los mosquitos y los flebótomos se encuentran los más peligrosos transmisores, a través de su picadura, de enfermedades tan graves como la Leishmaniosis o la malaria, en este caso a los seres humanos. La malaria o paludismo es propia de países tropicales, donde vive la mosca tsé-tsé, pero no hay que descartar su presencia en el sur de Europa.
En cuanto a los Flebótomos, transmisores de la Leishmania, su origen de distribución es igualmente tropical pero en las últimas décadas, aprovechando rachas de tiempo más caluroso, se han extendido por la cuenca mediterránea y en estos momentos son un importante enemigo de nuestros perros, sin descartar su incidencia sobre los seres humanos.
Hay que tomar medidas
En lo que se refiere a los animales domésticos es preferible tomar medidas preventivas a tener que luchar contra las plagas una vez declaradas, o lo que es peor, contra las enfermedades que pueden provocar. Diversos laboratorios nos ofrecen hoy un amplio catálogo de productos antiparasitarios tanto en forma cosmética, como los champús, espumas o pulverizadores, como por medio de la utilización de collares impregnados en el producto.
Algunas plantas muy conocidas pueden ser de gran utilidad para la lucha contra los parásitos, como la margosa, el geraniol, el aceite de lavandino y otros parecidos que las plantas almacenan en sus vacuolas para defenderse de sus enemigos naturales. El papel insecticida de la margosa, también conocida como Neem, se descubrió en el Sudán, cuando el árbol del que se obtiene fue el único vegetal que resistió el paso de una plaga de langosta que devoró todo vestigio verde que encontró en el entorno.
La citronela, que se obtiene a partir de aceites esenciales de algunas plantas relacionadas con la familia de los geranios, se evapora creando una atmósfera protectora contra los insectos voladores que pone a salvo de las picaduras, pero cuando en nuestro programa "Jungla de asfalto" los oyentes nos preguntan sobre la idoneidad de uno u otro sistemas de protección para sus mascotas, solemos decirles que lo mejor es utilizar toda una batería combinada que incluya productos para el baño, collares y pulverizadores.
Y sobre todo, el mejor de los consejos, que las desparasitaciones de nuestras mascotas se realicen siempre bajo el control del veterinario.