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No olvidemos a Félix

Renuevo mi promesa de rendir un emocionado recuerdo y homenaje al Dr. Rodríguez de la Fuente.

Renuevo mi promesa de rendir un emocionado recuerdo y homenaje al Dr. Rodríguez de la Fuente.
Félix Rodríguez de la Fuente. | RTVE

Estoy frente al ordenador después de presenciar el comienzo de la manifestación que, un año más, recorre en estos momentos la ruta Atocha - Puerta del Sol en defensa de las últimas manadas de lobos que todavía quedan en España.

Es inevitable que entre las pancartas exhibidas hubiera alguna que hiciera referencia a Félix Rodríguez de la Fuente: las había, pero digamos en honor de los organizadores que en ningún momento parecía que nadie tratara de apropiarse del recuerdo y de la imagen del gran naturalista.

El pasado miércoles 18 de marzo Félix hubiera cumplido noventa años: su excelente salud y su complexión atlética seguramente se lo habrían permitido de no mediar el desgraciado accidente de Alaska que le costó la vida, junto a sus inseparables colaboradores Teodoro Roa y Alberto Mariano.

Seguramente todos los que vivían aquel 14 de marzo de 1980 recordarán el impacto que causó en España la muerte del naturalista que, con su descomunal capacidad de comunicación, había conseguido cambiar la mentalidad de tantos españoles en relación con su visión de la Naturaleza. Félix Rodríguez de la Fuente fue único e irrepetible.

Nacido en la localidad burgalesa de Poza de la Sal el 14 de Marzo de 1928 falleció al capotar la avioneta desde la que filmaba con su equipo una carrera de perros de trineo, el 14 de Marzo de 1980, quiso el destino que pasara a la inmortalidad precisamente el día de su cumpleaños.

Nos imaginamos al Félix nonagenario como un anciano vital, incansable todavía en su labor de divulgación y defensa de la Naturaleza y con un brazo todavía lo suficientemente vigoroso para sujetar en su puño a alguno de los descendientes de su querida Azor Tundra, o del Halcón Durandal, dos de las rapaces con las que asombró a los espectadores de Televisión española al resucitar el recuerdo del arte medieval de la cetrería.

Sus trabajos de troquelado de una manada de lobos para convertirse en su líder, y poder así desvelar los secretos de su comportamiento, dieron la vuelta al mundo y le procuraron verdadero prestigio científico en el campo de la Etología, o Ciencia de la Conducta animal, todavía incipiente en su desarrollo tras los trabajos de Lorenz, Timbergen y sus seguidores. Félix fue un pionero en este tipo de estudios en España.

Su defensa del lobo ibérico, entonces en grave peligro de extinción, le había procurado no pocos enemigos entre las filas de los ganaderos y pastores que consideraban al lobo como una criatura demoníaca. Es sabido que en el medio rural se genera verdadero odio hacia el lobo, mientras en la ciudad se le mitifica.

En el recuerdo popular Félix queda inevitablemente ligado a la imagen del lobo ibérico, su mejor amigo del mundo animal, pero no debemos olvidar que la especie que más preocupó a nuestro naturalista fue la nuestra propia: de los niños decía que eran "nuestro propio cachorro" y a su más emblemático programa de televisión le adjudicó un título bien significativo: "El Hombre y la Tierra".

En unos memorables reportajes que escribió Félix en Blanco y Negro, entonces suplemento semanal de ABC, por encargo de su director Adolfo Prego, se encuentra una impresionante descripción de las costumbres cazadoras de los pigmeos de la selva del Ituri y de la amistad que trabó con su jefe: "La danza del elefante herido".

Nadie consiguió que Félix Rodríguez de la Fuente se implicara en causas extremistas o radicales, porque fue un verdadero científico y porque supo comprender que el hombre es una pieza esencial en el equilibrio de la Naturaleza, de manera que muestra su admiración por esos pigmeos cuyos cazadores ayunan como expiación por haber despojado a la selva de una de sus criaturas. El botín se reparte entre los débiles que son incapaces de cazar.

El recuerdo de Félix sigue vivo, como demuestra el Congreso sobre Actividades de Conservación celebrado el pasado miércoles en Almadén de la Plata, localidad de la Sierra Norte sevillana, que ha sido dedicado a la memoria del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente.

Yo tuve la satisfacción de saludarle por primera vez teniendo en mis brazos, y entre nosotros dos, una encantadora cría de gorila de costa. Aclararé que mi trabajo en aquel 1974 como Biólogo Conservador del madrileño "Zoo de la Casa de Campo", hoy Zoo Acuarium de Madrid, coincidía con mis colaboraciones en Televisión Española en el espacio "Zoo Loco".

Es de justicia manifestar que recibí toda clase de ánimos, y recuerdo que Félix me dijo que "hacíamos falta muchos más en los medios de comunicación para defender nuestra Naturaleza".

Después, mi condición de profesor como Catedrático de Instituto me permitió trabajar con mis alumnos año tras año en el recuerdo de Félix, así como elaborar un Proyecto pedagógico para "llevar la figura de Félix Rodríguez de la Fuente a las aulas" que resultó premiado y me procuró una de mis mayores satisfacciones, precisamente por ostentar su nombre.

Pero el tiempo va pasando y es necesario que continuemos trabajando, ahora para que las nuevas generaciones, especialmente los escolares, sepan quién fue el gran hombre que consiguió que la mentalidad general con respecto a los animales y la Naturaleza experimentara una profunda y benefactora evolución. La pantalla, las Ondas y las publicaciones escritas fueron sus armas.

A su familia: su esposa Marcelle Parmentier y sus hijas, Mercedes, Leticia y Odile, mis más cariñosos recuerdos y la renovación de mi promesa de que mientras siga en los medios de comunicación, y son ya casi cincuenta años, jamás me olvidaré de rendir al Dr. Rodríguez de la Fuente, o si lo prefieren al "amigo Félix", mi emocionado recuerdo y homenaje.

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