Siempre es grato mantener contacto con los lectores que comentan o polemizan acerca del contenido de los diferentes artículos que semanalmente tengo el honor de publicar en estas páginas sobre temas ecológicos; la gran mayoría son extraordinariamente amables y enriquecen con sus opiniones los contenidos, pero en algunos casos aislados no ocurre exactamente así, si bien todos los agradecemos.
Recientemente un lector, más pertinaz que amable, me llamaba "miserable" por disfrutar con "el eterno cautiverio de los canarios sólo para deleitarme con su canto"; pues bien, hablemos de esos "miserables" entre los que, efectivamente, me cuento.
Los "miserables" que practicamos el arte de criar canarios en nuestros hogares somos decenas de millones en el mundo; y en España, en concreto, hay más de tres millones de canarios anillados. Hay canaricultura prácticamente en todo el orbe, y la mayor parte de los países donde se practica cuenta con razas propias seleccionadas por sus aficionados, el "hoso japonés" o el "arlequín portugués" serían ejemplos en este sentido.
España cuenta con varias razas propias reconocidas por la Confederación Ornitológica Mundial, como los llamados "raza española", "timbrado español", "canto español". "giraldillo", "llarguet" y "rizado sevillano", por no citar más que algunos ejemplos.
Debemos sentir orgullo de que todos los millones de canarios que actualmente se crían en el planeta, que son tantos que hasta ha sido necesario diversificar los campeonatos mundiales en hemisferio norte y hemisferio sur, procedan del canario silvestre oriundo y endémico de nuestras maravillosas "Islas afortunadas", de las que ha recibido el nombre.
También es gratificante que a pesar de haber aportado la especie canaria esta verdadera maravilla al mundo de la domesticidad, los canarios silvestres no están en peligro de extinción en su paraíso insular, donde son objeto de un escrupuloso plan de conservación que ha evitado la captura de ejemplares. Todos los canarios se crían en este momento en domesticidad y llevan así más de quinientos años, a través de las sucesivas generaciones, de manera que son ya tan domésticos como pueda serlo una gallina.
El fenómeno del rechazo a la cría de pájaros domésticos procede de la mala información, por no decir "desinformación" que padecen muchos ultras del mundo llamado "animalista". Quienes sueñan con abrir las puertas de las jaulas y liberar a sus ocupantes ignoran que en libertad apenas sobrevivirían unas horas: los canarios son verdaderos animales domésticos.
Los "miserables" que criamos canarios efectivamente nos sentimos extasiados ante su canto y su belleza, pero sobre todo ante sus bellas costumbres domésticas y sobre todo reproductoras. La cría de canarios y el desarrollo ante nuestros ojos y en nuestros hogares del complejo ritual de apareamiento, nidificación y alimentación y cuidados que prodigan a sus pequeños son una extraordinaria lección de educación ambiental.
Plagas ya lejanas en el tiempo y la cultura que acosaban a los pajarillos silvestres, hasta hace pocas décadas, como el tirador, la escopetilla, la liga o el expolio de nidos, son impensables en quienes, en edad infantil, hayan contemplado en sus casas el espectáculo de la cría de los canarios.
Los "miserables criadores" acostumbran a preparar con verdadero mimo los jaulones y los materiales para la cría; es tradicional al llegar la primavera elegir los reproductores, basándose esta elección en los notables conocimientos genéticos, no sólo empíricos, que los amantes de los canarios han obtenido mediante la práctica de su afición.
Los primitivos "verdegais", o canarios silvestres, se han diversificado en tantas razas que el propio Darwin se asombró de ello y obtuvo datos relevantes para su "teoría de la evolución" a partir de sus observaciones sobre la canaricultura.
Los científicos han obtenido también información interesante a partir de la diversificación de los canarios: el estudio de las mutaciones de sus pigmentos, especialmente de los oscuros o melánicos, permite albergar esperanzas de conocer mejor los mecanismos de síntesis de los mismos y de sus aberraciones, todo ello importante para entender fenómenos como el del "melanoma", extrapolable a nuestra propia especie.
Pero los "miserables" que disfrutan con la canaricultura no son sólo científicos, sino, sobre todo miembros de los estratos más populares de la sociedad; especialmente grato para ellos es preparar como mimo las pastas para la cría de los pichones, los vegetales frescos y las escrupulosas mezclas de semillas. No perece tan difícil pedir que su labor sea entendida y respetada.
Muy diferente de la canaricultura, o bien "ornitofilia", si queremos ampliar el concepto al mantenimiento y cría de otras especies domésticas, como el periquito o los diferentes diamantes, es la caza, hasta hace años poco controlada, de pájaros silvestres para enjaularlos, y no digamos el expolio de nidos en la naturaleza: aquí entramos en un terreno reprobable que no tiene ningún futuro.
En la actualidad se trabaja para conseguir que algunas especies silvestres, como el jilguero o el verderón, ambos objeto del interés de muchos aficionados, formen poblaciones domésticas criadas en cautividad, de manera que pueda abandonarse su captura: en la mayoría de los países europeos son ya tan domésticos como el canario.
Más de cuarenta mil ejemplares de canarios han competido esta temporada en los dos Concursos Nacionales, celebrados en Talavera de la Reina y Don Benito respectivamente: ahora se celebra el Mundial, y también algunos certámenes de especial relevancia como el italiano de Reggia Emilia. ¡Cuántos miles de "miserables" según la opinión de los animalistas radicales!
Para abordar directamente el fondo de la cuestión lo importante no es la opinión de los extremistas del animalismo, sino la acogida que reciben por parte de algunas autoridades municipales, en manos podemitas o de quienes se apoyan en ellos, que, llenos de complejos, niegan locales públicos para los concursos y exposiciones de ornitofilia; no hace tatos años que el madrileño Círculo de Bellas artes acogía en su primera planta la primorosa exposición de la Asociación de Canaricultores Españoles, radicada en Madrid y segunda en antigüedad en España tras la Agrupación Ornitológica de Badalona, que es la pionera.
Este año la A.CE, "Medalla de oro del Circulo de Bellas artes" expulsada de su tradicional refugio del Centro Cultural de Arganzuela por la intolerancia de sus gestores, ha tenido que refugiarse en la localidad de "El Álamo", cercana a Navalcarnero, donde a partir del próximo viernes podrán mostrar sus ejemples, que con tanto mimo han cuidado hasta este momento. Enhorabuena por su entusiasmo, a ellos y a quienes los han acogido. Merece la pena dar una ojeada a la exposición y pasear por la bella población madrileña.
Pobres animales aquellos que son víctima de las incomprensiones y de la ignorancia.