¿Recuerdan? La aventura de tantos españolitos "verdes", en otro sentido de la palabra, que viajaban hasta Perpiñán para ver películas, "igualmente verdes" que aquí prohibía una censura previa a la transición tan inocente como los propios temas de los que nos pretendía "defender". ¡Qué tiempos!
Estamos en camino de tener que volver no a Perpiñán sino a Francia para servirnos de energía barata, porque nuestro país vecino se afianza en lo que ha sido siempre su principal apuesta energética: la nuclearización, y en este sentido Macron no tiene, o al menos no manifiesta, complejo alguno al enfrentarse a otros países europeos que se oponen a considerar verdes las energías nuclear y derivadas del gas. ¿Y qué hace España?
Lejos de aplicar principios de prudencia económica, la orientación ecológica de las medidas del "Gobierno Sánchez" sigue su rodillo que consiste en desmantelar las centrales nucleares españolas todavía existentes. Es cierto que la mayoría de ellas ha entrado o está a punto de entrar en su periodo de senectud, pero no lo es menos que podría pensarse en una moratoria de su cierre hasta que nuestro tremendo problema energético esté si no solucionado, al menos en vías de solución. Nuestro recibo de la luz podría orientarnos sobre este tema.
Tal moratoria debería ir acompañada de las medidas de refuerzo de seguridad que se demostraran oportunas tras los correspondientes estudios científicos, que no ideológicos; por supuesto que hay que extremar la prudencia durante los años que fuera necesario, pero satanizar nuestras centrales nucleares y seguir comprando energía nuclear a la vecina Francia es sencillamente un formidable ejercicio de hipocresía. ¿Es esto pensar con mentalidad planetaria?
La sinceridad demostrada por el gobierno francés al admitir que en el momento actual las llamadas "energías renovables" no son suficientes para mantener la calidad de vida que estamos disfrutando las generaciones contemporáneas es realmente digna de elogio. Los parámetros que demuestran esta situación, como la esperanza de vida, el descenso casi a cero de la mortalidad infantil, la salud colectiva de la población y la buena y completa alimentación así lo demuestran.
¿El ministro Sr. Garzón y su polémica sobre la calidad de la carne española? Diría un castizo que "ni caso, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio" pero… no descarto que algún día próximo hablemos de este tema desde el punto de vista de la ecología científica.
Volviendo a la cuestión energética parece que algunos políticos europeos cansados de hacer el ridículo asistiendo a reuniones "globales" a las que no acuden los países verdaderamente más contaminantes, están empezarse a hacerse "trampas en el solitario" y piensan en aceptar como verde la energía nuclear y también la obtenida del gas licuado. Tales "conversos", alguno de los cuales lloraban hasta hace poco con los enfados de la furibunda Greta, parecen representar hoy el verdadero progresismo, es decir emprender una verdadera transición ecológica hacia la investigación sobre energías limpias, pero estableciendo prudentes moratorias basadas en la Ciencia.
Nuestra "transición ecológica" es verdaderamente una transición hacia una ruinosa dependencia de otros países menos fanáticos en el ecologismo retrógrado adorador del llamado "cambio climático": un mantra envenenado que ha amenazado con medidas capaces de arruinar a los incautos mientras se desarrollan sin escrúpulos los "listos" de turno.
Si verdaderamente la renuncia de Francia y quienes le siguen, al principio tímidamente, supusiera un cambio global por parte de la civilización del bienestar y pasáramos a una etapa de serenidad y confianza en la Ciencia que partiera de financiación de la investigación sobre nuevas fuentes de energía y de optimización de las que actualmente nos soportan, estaríamos de enhorabuena.
No más "Cumbres Climáticas" con idénticas conclusiones finales que pretenden "dar una nueva oportunidad al planeta" pero sin decir cómo se financiarán los cambios que proponen sin implicar la ruina de los más pobres. No más suposiciones falsamente científicas ni más supuestos "consensos mundiales" con los que se viene pretendiendo sustituir por mantras la demostración científica. El llamado "cambio climático" no es más que las conclusiones interesadas extraídas de modelos de ordenador. Estamos adorando no al becerro de oro, sino al "ídolo de silicio".
Al menos Greta ya ha crecido, de manera que los que no demostraron reparos a la hora de utilizar para sus propósitos la inocencia de una niña se han quedado por el momento sin icono lacrimógeno. ¿Qué pensará la adolescente sueca cuando culmine su proceso de maduración, personal y científica, porque parece que ha vuelto a los libros, cuando pueda reflexionar sobre la forma en que ha sido utilizada?
El problema energético español necesita una revisión seria, profunda, científica, desapasionada y apartada de esa ideología que quiere pintar de verde algunos de los aspectos más delicados y frágiles de nuestra economía, como la viabilidad de nuestro campo y sus habitantes, pero tal pintura es en realidad una sucesión de pintadas y borrones.