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Miguel del Pino

Lechuza común, reina por un año

La Sociedad Española de Ornitología ha nombrado "Ave del año 2018" a la lechuza común.

La Sociedad Española de Ornitología ha nombrado "Ave del año 2018" a la lechuza común.
Lechuza común. | Pixabay/CC/Kaz

Desde hace treinta años la Sociedad Española de Ornitología (SEO Birdlife) viene designando una especie ornitológica de nuestra fauna como "Ave del año": este nombramiento responde a los votos de socios y simpatizantes que optan entre un trío de especies previamente propuestas por la entidad.

La lechuza común (Tyto alba) acaba de ser nombrada "Ave del año 2018", relevando así al Sisón (2017) como éste lo hizo con el gorrión común (2.016)

En la votación que ha dado el título de "Ave del año 2018" la lechuza común consiguió 1.719 apoyos frente a 1.134 que recaudó el Chorlitejo patinegro y 943 el Alimoche, segundo y tercer clasificados respectivamente.

La ya larga lista de aves del año va creciendo con nombramientos que dicen mucho a favor de los conocimientos y la sensibilidad de los votantes, ya que las razones aducidas para poner el foco de atención sobre los problemas que afectan a cada especie se refieren muchas veces al deterioro de sus territorios o al abandono del entorno rural. Es este el caso de nuestra Lechuza común, protagonista de este año recién comenzado.

Esta rapaz nocturna muestra preferencia por habitar entornos humanizados, lo que la convierte en frecuente visitante de pueblos, campanarios, graneros, iglesias, y cementerios. Esta última costumbre le ha granjeado en el medio rural fama de criatura fantasmagórica, y la ha envuelto en leyendas y supersticiones muy perjudiciales para su conservación: así de absurdo.

Porque en realidad la lechuza común es una infatigable depredadora de pequeños roedores, lo que debía convertirla en amiga de los agricultores y concederle protección absoluta cuando instala su nido en el desván o bajo el techado de las casas rurales y los graneros.

Se puede afirmar que es una rapaz muy bella, pero hay que reconocer que su extraño aspecto parece aportar argumentos para quienes la asimilan a fantasmas o criaturas terroríficas. Su zona ventral, la que se ve cuando vuela, es casi completamente blanca, así como su rostro, con una careta muy pálida orlada de plumas que engloban unos ojos grandes y oscuros.

Por si fuera poco, las lechuzas ululan, ladran, emiten sonidos agudos y vuelan en silencio total gracias a la estructura desflecada de sus plumas largas; un aparente fantasma de la noche al que deberían tener terror sólo los ratones.

Como en la generalidad de los miembros de su familia, sus hábitos son nocturnos, aunque de manera frecuente algunos ejemplares cazan también a la luz del día. El oído es su sentido más eficaz y no sólo les permite escuchar los movimientos de los roedores al tronchar las ramitas o avanzar entre el pasto, sino que localiza su posición con exactitud casi milimétrica.

Verdaderamente no hay especie de pequeño roedor que habite el territorio de una lechuza sin pagar un caro tributo en forma de capturas. Los restos no digeribles, como piel o huesecillos, son regurgitados y se acumulan bajo el refugio o los nidos del ave, lo que permite a los investigadores identificar las especies de roedores, como múridos o microtinos, que se encuentran en la zona sólo con el análisis de estos restos digestivos conocidos como egagrópilas.

Razones de un nombramiento

Durante los treinta años que lleva el p1oyecto "Ave del año" desarrollándose, suele tener mucha importancia la consideración de que el ave se encuentre en alguna circunstancia peligrosa, aunque no tenga que ser necesariamente crítica. La lechuza común no está en peligro de extinción pero podría llegar a estarlo.

Un estudio realizado por 450 ornitólogos plenamente documentados ha demostrado que esta especie tan útil para la agricultura ha sufrido una reducción de sus poblaciones que alcanza una cifra preocupante aunque variable en las diferentes zonas de España, entre el 13 y el 50%. La Cornisa Cantábrica y el Norte de Cataluña registran las pérdidas mínimas, y la Zona Mediterránea Sur, por el contrario, muestra los datos más preocupantes.

En tiempos pasados, la fama fantasmagórica de la lechuza y la aureola de superstición que generaba su presencia en los pueblos se convertía en seria amenaza para ella, y no eran pocos los propios agricultores que la disparaban. Hoy día, con la mejora de la información y el escarmiento que han supuesto las recientes plagas de roedores, no se entendería que nadie en su sano juicio atentara directamente contra esta rapaz, que se encuentra por otra parte estrictamente protegida.

Pero las nuevas políticas agrarias que implican la creación de grandes espacios de monocultivo sin diversificación parcelaria ni establecimiento de bordes y pequeños vallados, en los que es frecuente y a veces excesivo el empleo de insecticidas y rodenticidas, son un problema para las lechuzas; también lo es el abandono del medio rural, ya que no olvidemos las costumbres de sociabilidad con el hombre que caracterizan a esta especie.

El nombramiento de la lechuza común como "ave 2018" parece especialmente oportuno si recordamos que España tiene que negociar con la Unión Europea varios proyectos relacionados con el desarrollo agrícola, especialmente el que se refiere a la llamada PAC, o Política Agraria Común.

La hermosa imagen del blanco fantasma de la noche rural puede proporcionar un fuerte testimonio de la necesidad de evitar el despoblamiento de los pequeños pueblos y aldeas, y de la inminente necesidad de gestionar el Campo con la sensibilidad que merece y necesita.

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