De manera clásica se ha acusado a los perros como transmisores al hombre del virus de la rabia; efectivamente los carnívoros, tanto silvestres como domésticos, pueden inocularlo por mordedura, pero en la actualidad y en el continente europeo los murciélagos son los principales culpables de nuestros contagios.
¿Atacan los murciélagos al hombre? Puede ocurrir que un murciélago muerda a una persona, pero es algo insólito y sólo se producen mordeduras de estos animales voladores a personas en circunstancias excepcionales como las que han concurrido en los dos casos detectados este verano. En Málaga una joven pretendía espantar al murciélago que merodeaba junto a su perro; en el caso de Valladolid el murciélago se vio sorprendido cuando se encontraba escondido en un armario y la víctima buscaba en el mismo su ropa.
El virus de la rabia ataca el sistema nervioso y produce en los animales enfermos cuadros de agresividad y de otras conductas patológicas, de manera que es posible que un murciélago rabioso se muestre potencialmente más peligroso y desarrolle conductas de desorientación, vuelo descoordinado y otras patologías diversas.
No se trata de crear una "fiebre anti-murciélago". Todas las especies españolas están protegidas por su condición de eficaces insectívoros que vuelan de manera maravillosa atrapando sus presas mientras planean. La excepcionalidad de su incidencia en casos de agresión como los que estamos comentando justifica que no debamos preocuparnos demasiado por ellos, a pesar de las leyendas que tanto les perjudican.
Lo más extraordinario de las adaptaciones de los murciélagos es su capacidad de ecolocación en vuelo por un sistema semejante al radar, que consiste en emitir constantemente ultrasonidos y localizar con exactitud el rebote de esas ondas sonoras: sus pabellones auriculares son las principales pantallas receptoras, y todo funciona tan exactamente que un murciélago, prácticamente ciego, puede volar en la oscuridad con agilidad portentosa.
Realmente existen los vampiros y son de tamaño muy grande, pero sólo habitan en las selvas sudamericanas, por lo que no hay peligro de que nos ataquen ni tampoco a nuestros animales domésticos.
El temible virus letal
Identificado el transmisor de los casos más recientes en Europa, digamos que en España están erradicados por el momento los perros con rabia y también los zorros salvajes rabiosos; no es posible descartar que haya algún reservorio entre la fauna silvestre, especialmente del orden carnívoros, pero en este sentido podemos estar bastante tranquilos.
En el Norte de África sigue habiendo rabia canina y de hecho hace no muchos años desató las alarmas un caso de transmisión el hombre en nuestro país por mordedura de un perro procedente de Marruecos. La situación no ha vuelto a repetirse, pero es imprescindible no bajar la guardia.
La medida principal para evitar que regrese la rabia canina es vacunar año tras año a toda la población de perros domésticos, medida obligatoria, aunque con matices en cuanto a épocas y campañas de una comunidad a otra. Si un día reaparece un brote de rabia salvaje o doméstica en cánidos u otros carnívoros, nada habrá que temer si todos los perros están vacunados.
Entrando en detalles científicos diremos que el virus de la rabia pertenece al grupo de los llamados Lisavirus, que son uno de los dos grupos en que se dividen los Rabdovirus: tienen ARN como ácido nucleico, y son importantes patógenos, algunos de los cuales causan la muerte de los afectados, como el Lisavirus 1(EBLV1), que es el serotipo encontrado en los murciélagos, y que no es exactamente igual que el canino.
La forma de inoculación del virus de la rabia es por mordedura, con el agravante de que los animales enfermos se muestran particularmente agresivos y suelen ser proclives a morder. También las secreciones salivares pueden transmitir el virus siempre que exista algún desgarre o lesión en la piel que toma contacto con ellas.
Afortunadamente desde la inoculación hasta la aparición de los primeros signos de la enfermedad se produce un periodo de latencia que permite aplicar las medidas salvadoras, que se basan en inmunoglobulinas y vacunas. Sólo en países no desarrollados o en circunstancias excepcionales de no detección de la infección pueden producirse casos mortales en el hombre, que hoy día son impensables en España.
Una vez que ingresa en el organismo superando por la herida causada por la mordedura la barrera de la piel, el virus se inserta en los músculos y de ellos pasa a las fibras nerviosas para discurrir por ellas de forma centrípeta (de fuera hacia dentro) y atacar los centros encefálicos.
La vía de vuelta hacia los músculos provoca parálisis, espasmos, ataques de ansiedad y agresividad, insalivación exagerada y finalmente la muerte.
En los perros rabiosos es característica la crispación de los músculos implicados en el acto de beber lo que provoca que el pobre animal, insalivando en demasía, trate de alejarse del agua a la que atribuye su padecimiento: estas actitudes justifican la denominación popular de "hidrofobia".
Afortunadamente contamos con eficaces vacunas
Rindamos homenaje al gran microbiólogo francés Louis Pasteur, quien descubrió en el siglo XIX el poder infeccioso de los microbios y la posibilidad de luchar contra ellos por medio de la inoculación de gérmenes atenuados. El año 1885 obtuvo la primera vacuna contra la rabia a base de extractos de médula de perro rabioso desecada al sol, y la aplicó con éxito al niño Joseph Meister que había sido mordido por un perro rabioso, lo que le hubiera sentenciado a muerte antes del descubrimiento.
Es ésta una historia muy bella, ya que el niño salvado se convirtió después en ayudante incondicional del sabio, y a la muerte de éste, en guardián de su legado por encargo de un Gobierno francés que supo valorar como merecía la memoria del insigne científico.
Para terminar hablando del brote de rabia transmitida por murciélagos aparecida este verano en España, tranquilicemos a todos recordando que la sanidad pública puede garantizar la curación de cualquier afectado si acude a tiempo para ser tratado. Así ha ocurrido afortunadamente. Y sobre todo confiemos en la Ciencia y nada de "leyendas vampíricas"