Era el año 1973 y el Zoo de la Casa de Campo, hoy Zoo Acuarium de Madrid, acababa de ser inaugurado. En mi función de Conservador de esta institución mantenía constantes contactos con estaciones y aeropuertos para tratar de controlar la llegada de numerosos animales que procedían del contrabando de especies ilegales en el comercio de mascotas.
Llegaban los loros por verdaderas bandadas, y no eran loritos domésticos como los que ahora se encuentran en el mercado con todos los papeles en regla y procedentes de la cría en domesticidad, dóciles y encantadores por haber sido alimentados a base de papilla. Aquellas eran criaturas aterradas e indómitas que habían sido arrancadas de sus selvas nativas y que nunca llegarían a convertirse en mascotas agradables.
Para completar el desaguisado, quienes se hacían de oro con este tráfico ilegal no eran los infelices indígenas que habían oficiado de cazadores, sino los intermediarios: verdaderos mafiosos que controlaban un negocio de contrabando que se colocaba entre los tres primeros más lucrativos junto al de las armas y el de las drogas.
Un guacamayo silvestre cazado en Amazonia podía alcanzar un precio de doscientas mil pesetas -1.200 euros- en el mercado de la época, pero lo que percibía el cazador, generalmente un indígena víctima de la pobreza, no superaba las cuatro pesetas, es decir unos 25 céntimos de euro. Así de inmorales y de escandalosas eran las cifras del desastre.
Ejemplos increíbles e inolvidables
Volviendo a mis recuerdos del Zoo, era una tarde de viernes cuando recibimos una sorprendente llamada. En el departamento de llegada de equipajes del Aeropuerto de Barajas un gran baúl se movía y en su interior se escuchaban golpes. Signos evidentes de que había que acudir rápidamente, y así lo hicimos la Doctora Celma, directora del Zoo, y quien esto les cuenta, siendo recibidos por Autoridades del Departamento Veterinario y Policía.
Trasladado al Zoo el extraño maletón y abiertos sus candados apareció su contenido, afortunadamente vivo: se trataba de dos crías de gorila de costa, tan asustados como sorprendidos nosotros. Eran macho y hembra, y mientras tratábamos de tranquilizarlos y conseguir que aceptaran agua y unos trozos de plátano ocurrió algo para mí inolvidable. La hembrita, que era más pequeña de edad, emitió un sonido lastimero y su infantil compañero reaccionó poniéndose delante de ella y golpeándose el pecho para amenazarnos y defenderla. No hace falta decir que llegamos a emocionarnos.
Napoleón y Josefina, como les pusimos por nombre, tuvieron un destino feliz, pero no ocurría igual con miles de criaturas silvestres objeto del tráfico de especies. En la actualidad el llamado CITES, o Convenio de Washington, lucha para erradicar esta lacra de traficantes constituida en verdadera amenaza para la Biodiversidad. Poco a poco las cosas van mejorando.
Es increíble la variedad de animales y también plantas protegidas, que pululan por el mundo tratando de superar los controles para incorporarse a este mercado que se ha dado en llamar "oro verde". En primer lugar, una vez decomisados es preciso buscarles un alojamiento adecuado para salvar sus vidas y tratar de incorporalos a un programa de recuperación, e incluso de tratar de devolverles la libertad en sus lugares de origen, pues bien, desde el mes de Mayo ya contamos en España con un Centro especializado, situado en la localidad toledana de Casarrubios del Monte. Un verdadero santuario.
Es momento de reconocer la excelente labor que han venido realizando las instituciones colaboradoras, como los Zoológicos, pero una coordinación general era necesaria y parece que este vacío ha sido cubierto.
Colaboremos todos
No compre animales ni plantas exóticos durante sus viajes de vacaciones. Ni siquiera los más expertos pueden garantizar que conocen todas las especies prohibidas por el Cites, de manera que llegar a una Aduana acompañados por una animalito que nos ha hecho gracia y hemos adquirido, generalmente a bajo precio, puede amargarnos las vacaciones, convertirse en un gran problema y hacer que seamos tratados como delincuentes.
Siga una buena recomendación: comprar artesanía es una excelente alternativa a la adquisición de seres vivos. Así ayudaremos económicamente a los países exóticos donde pasemos las vacaciones colaborando en el desarrollo de su economía, aunque sea de forma modesta.
La gracia de jugar a "piratas con loro en el hombro" o la ocultación de mascotas ilegales en nuestro equipaje puede dar lugar a un serio problema, y no olvidemos que nuestras fronteras son controladas en este sentido por el Seprona, un cuerpo ejemplar que actúa con excelente profesionalidad y eficacia.