Félix Rodríguez de la Fuente solía adjudicar impactantes apodos a algunas de las criaturas más curiosas de nuestra fauna: la gineta era la "bella matadora", el lobo "el proscrito", o el lince "el fantasma de los jarales". Para el gato montés la calificación más adecuada por sus hábitos y sorpresiva capacidad depredadora, sería la de "bandolero".
No en vano en la inmortal ópera española del maestro Penella "El gato montés", recientemente representada en el Teatro Nacional de la Zarzuela, el bandolero Juanillo, rival del torero protagonista, es apodado "El gato montés" por los lugareños de su entorno.
El Gato montés ibérico, Felis silvestris, es un precioso felino que compite con el lince por el puesto de felino depredador de nuestros montes. El gato montés es todavía más difícil de ver y de rastrear que el lince, dados sus hábitos casi estrictamente nocturnos y su carácter huraño y solitario.
El gran gato, cuyos machos pueden llegar a los seis o siete kilos de peso, es de una belleza salvaje y muy felina; su aspecto externo es comparable al de un gato doméstico atigrado, pero se distingue de ellos sobre todo por su formidable cola, con rayas negras, y su cabeza, bastante más voluminosa.
Hasta el desarrollo de las técnicas de identificación genética por análisis del ADN no resultaba sencillo distinguir las diferentes subespecies y razas de pequeños felinos englobados en el género Felis. Todos los Felis son animales de tamaño reducido en comparación con sus parientes del género Panthera (tigres, leopardos y otros grandes felinos)
Una característica común a todos los Felis es que son maulladores, mientras los Panthera son rugidores; esta diferencia tiene importancia para la clasificación de la gran familia félidos: los maulladores tienen muy osificado el aparato suspensor de la laringe, por eso ésta puede vibrar, mientras que los rugidores presentan dicho aparato sólo parcialmente osificado, por lo que tiembla, retumba, y da lugar al rugido.
Hay gatos silvestres, o sea Felis, repartidos por Eurasia, África y América. En cuando a nuestro gato montés forma la subespecie Felis silvestris silvestris, con un primo hermano en el norte de África, el Felis silvestris lybica, que se considera en la actualidad como ancestro de los gatos domésticos, quizá con alguna excepción en ciertas razas de gatos asiáticos.
Con independencia de su parentesco genético, pocas similitudes de conducta se aprecian entre el gato montés ibérico y sus primos domésticos; el verdadero montés es indomesticable por arisco y por solitario, y de no ser por su pequeño tamaño habría que considerarlo un formidable depredador, aunque jamás ataque al hombre.
Tampoco el hombre por lo general ataca al gato montés, entre otras razones porque casi nunca es consciente de su vecindad cuando vive en algún monte próximo a los pueblos. Es estricto cazador de pequeños animales silvestres, sobre todo roedores, y raras veces depreda sobre los animales domésticos.
Accidentalmente puede presentarse en las inmediaciones de las casas para buscar pareja entre las gatas domésticas, cuando no dispone de hembras de su especie en el monte.
La hibridación da frecuentemente lugar a la presencia en los montes de gatazos cimarrones en los que no es fácil determinar la pureza genética específica.
Los incendios forestales, la tala de bosques y la extensión de las zonas cultivables son los principales enemigos del gato montés, que no suele ser considerado pieza cinegética. La especie es vulnerable, pero no se la considera en peligro de extinción, digamos prudentemente que… por el momento.
Alguna de las costumbres de nuestros gatos domésticos se acercan más a su pariente del norte de África, el Felis silvestris lybica, que a nuestro gato montés ancestral Felis silvestris silvestris, aunque encontremos paradojas como la aversión al agua de nuestros domésticos, mientras que su antepasado oficial norteafricano es un formidable pescador. Es posible que haya que seguir investigando.
Mimamos con mucha razón al lince y lo hacemos objeto de planes de conservación e incuso de crianza en cautividad, en tanto que no tenemos planes similares para el gato montés ibérico; es posible que éste último todavía no los necesite pero hay que tener cuidado por si algún próximo censo arroja señales de alarma y se hace ya demasiado tarde, como ha sucedido con otras especies.
Escondido en lo más recóndito del bosque y ocupando alguna vieja madriguera abandonada o incluso el tronco hueco de los viejos árboles, la hembra del gato montés dará a luz a su camada en los meses de marzo y abril: algunas llegan a los ocho cachorros, pero lo más común es que no pasen de tres individuos que la madre cría en solitario.
Aunque pueda parecer tópico digamos que esta especie es una gran desconocida entre la llamada fauna mayor ibérica; sólo por su belleza merecería la pena conservarla, pero es que por añadidura se trata de un formidable depredador de roedores, y por tanto de un buen amigo del agricultor, para el que suele pasar desapercibido.
En cuanto a la hoja de servicios de su primo hermano el gato doméstico, recordemos que se trata de otro cazador, y pescador, cuya amistad, interesada, con el hombre deriva también de su tradicional habilidad como predador de roedores, aunque en la actualidad es más apreciado por sus ronroneos como tierna mascota, lo que nunca llegará a ser un verdadero y arisco gato montés.