Al comenzar septiembre se celebra el Día Mundial de los Buitres. Así es, en concreto el primer sábado de septiembre. A pesar de su mala fama derivada de sus costumbres necrófagas, los buitres figuran entre los animales más necesarios para el equilibrio de la naturaleza.
¿No hablamos tanto de reciclar? pues las diferentes especies de buitres son imprescindibles para hacerlo en los espacios naturales al consumir carroñas, entre ellas las producidas por la actividad ganadera.
En la Península Ibérica viven habitualmente tres especies de buitres: el leonado (Gyps fulvus), el negro (Aegypius monachus) y el alimoche (Nephrops pernocterus). Ocasionalmente nos visitan otras especies más sureñas, como los buitres moteado y torgo.
En eterno peligro
Los buitres españoles se enfrentan actualmente al problema de la disminución de la ganadería extensiva en buena parte de los espacios abiertos; los muladares en los que se depositaban los cadáveres del ganado muerto por causas naturales eran la principal despensa de estas especies que rendían un impagable servicio a los ganaderos al librarles de estos despojos antes de que produjera su descomposición.
Pero el enemigo mayor de nuestras especies de buitres ha sido en repetidas ocasiones el error de la Administración al gestionar su mantenimiento, como ocurrió cuando se prohibió no hace muchos años el abandono de carroñas de reses por miedo a la transmisión de la llamada "enfermedad de las vacas locas".
Eliminar estas carroñas suponía para los ganaderos un oneroso gasto suplementario y para la salud ambiental, un tremendo peligro. Los afectados hablaban del "carro de la muerte" para referirse a los transportes de ganado muerto que recorrían el campo rodeados de enjambres de insectos voladores y por tanto transmisores de enfermedades. Entre tanto los buitres morían de hambre al encontrar desprovistos sus muladares.
Afortunadamente se pudo revocar a tiempo la aplicación de esta medida descabellada (los cadáveres mal enterrados podían también contaminar los acuíferos). Cuando se autorizó de nuevo el suministro de los muladares, los famélicos buitres comenzaron a recuperarse.
Pero el mayor peligro para los buitres, y para el resto de animales carroñeros, se deriva de la contaminación por cebos venenosos que siguen provocando algunos equivocados gestores de cotos para los que no parece haber razonamiento capaz de hacerles salir de su error. El SEPRONA viene realizando una labor gigantesca en la lucha contra la barbarie de los envenenadores.
En el "Día mundial de los buitres" celebrado el pasado sábado las organizaciones naturalistas, entre ellas la prestigiosa Seo Birdllife (Sociedad española de ornitología) denuncia otro de los grandes peligros que acecha a los buitres ibéricos: nos referimos a la autorización veterinaria del antiinflamatorio diclofenato. Muy extendido en medios ganaderos, este producto ha producido la práctica extinción de cinco especies de buitres asiáticos.
Dicen los expertos que el vademecum veterinario dispone en la actualidad de otros antiinflamatorios de uso ganadero, inofensivos para los necrófagos que puedan consumir accidentalmente carroña de reses tratadas con ellos: uno de los mejores ejemplos es el meloxican, muy empleado para mitigar las artrosis delos perros de edad avanzada.
Tres curiosidades sobre los buitres.
Primera: Se distribuyen en cuadrículas en las alturas.
Los leonados, los más rupícolas de nuestras especies de buitres, se elevan a grandes alturas aprovechando las corrientes térmicas que se producen al comenzar el día. Al alcanzar las cotas más elevadas se van repartiendo formando una "cuadrícula viviente", de manera que tan pronto como un individuo divisa una carroña su movimiento de descenso es visto por los congéneres próximos y así sucesivamente, de manera que en pocos minutos toda la colonia cae sobre el cadáver de la res.
Labor importante en la detección del "manjar" tienen las urracas, muy visibles por su librea blanca y negra y por los reflejos tornasolados de algunas de sus plumas. Es el revuelo de urracas en el suelo lo que pone en marcha a los buitres más próximos, de manera que las inteligentes urracas tienen que saciarse lo antes posible, antes de que lleguen los invitados.
Segunda: Se reparten los nichos ecológicos.
Cumpliendo escrupulosamente esa ley de la naturaleza que llaman los ecólogos "principio de exclusión competitiva", los buitres leonados viven en las peñas montañosas y en los cortados, mientras los gigantescos buitres negros son forestales y habitan sobre todo el monte mediterráneo. Los alimoches llevan una existencia mixta en este sentido, pero con preferencia por el medio rupícola.
Tercera: Hay un "buitre-águila" en especial peligro de extinción.
Se trata de un verdadero buitre, pero por las particularidades de su silueta y de su tipo de vuelo , con rasgos de águila y de buitre, suele llamarse así (buitre-águila) al quebrantahuesos (Gypaeus barbatus). Esta especie ofrece el mejor ejemplo sobre la necesidad de especializarse para triunfar y sobrevivir en la naturaleza.
Cuando los demás necrófagos han dejado sin restos de carne la osamenta de la res, el quebrantahuesos es capaz de acceder a un tesoro energético encerrado en ella: la médula. Este gran buitre no dispone de un pico capaz de romper los huesos, pero lo consigue elevándose con ellos y despeñándolos para fracturarlos. En la naturaleza no puede desperdiciarse energía.
Un mensaje ecológico fundamental.
El equilibrio de cualquier ecosistema se rompería si no existiera un sistema eficaz de reciclaje. Microorganismos como ciertas bacterias y hongos se encargan de la descomposición bioquímica para devolver los restos al sustrato, ya que la materia cicla, no se pierde. Antes de llegar al nivel descomponedor bioquímico, los carroñeros, como los buitres, realizan la labor previa de hacer desaparecer los cadáveres. Son una excelente "policía sanitaria".
Así que, aunque a algunos les parezca extraño, muchas felicidades en su día a buitres, alimoches y quebrantahuesos. Queremos un campo sin veneno donde vivan y realicen su trabajo.