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Miguel del Pino

El coronavirus y los anticuerpos

Los que se han curado de la enfermedad son un verdadero tesoro inmunológico, porque han generado anticuerpos y su plasma podría ser una esperanza.

Los que se han curado de la enfermedad son un verdadero tesoro inmunológico, porque han generado anticuerpos y su plasma podría ser una esperanza.
Una muestra de sangre en un laboratorio. | Pixabay/CC/PublicDomainPictures

El virus Sars-Cov- 2 19 ha dado ya suficientes pruebas de ser extremadamente contagioso, pero a su capacidad infectiva demoledora hay que añadir un dato de gran importancia: es un virus nuevo y por tanto ningún ser humano había estado en contacto con él, por lo que nadie tenía anticuerpos cuando estalló la pandemia.

Tanto la vacunación como la sueroterapia nos surten de anticuerpos contra las enfermedades que combaten; lo hacen de manera diferente, ya que la vacunación nos induce a generar dichos anticuerpos a partir de la inoculación de una muestra del agente patógeno suficientemente atenuado, mientras la sueroterapia, o seroterapia, nos suministra los anticuerpos directamente, anticuerpos que previamente han sido fabricados por otros individuos.

Por aclarar el concepto con ejemplos muy conocidos, nos referimos a las primeras vacunas de la Historia, como la de la viruela, obtenida por Edward Jenner a partir de pústulas desecadas de las ubres de las vacas que padecían una variante benigna de la enfermedad conocida como Cowpox, o enfermedad de los vaqueros.

El genio investigador del microbiólogo británico le hizo intuir que al ordeñar las vacas enfermas, los ganaderos y los lecheros habían adquirido un estado de fortaleza que les permitía rechazar la enfermedad; acertó de pleno e inició, con la práctica de la vacunación por inoculación de polvillo de pústulas desecadas en forma subcutánea, la carrera que conduciría a la victoria sobre la que hoy consideremos enfermedad completamente erradicada.

Los estudiantes de Primaria saben ya que la palabra vacuna viene de vaca, aunque no todos conozcan el nombre del que inició la cadena de salvación de millones de vidas humanas.

La seroterapia permitió otro salto hacia delante en la carrera de la prevención de enfermedades que no puede tener descanso; en este caso fue otra enfermedad temible, el tétanos, producido por la infección anaerobia de heridas profundas, como los pinchazos con viejos clavos, que una vez producida se logró detener a tiempo inoculando al paciente suero de caballo.

Son los equinos muy resistentes a la bacteria tetánica, que transportan en su intestino, debido precisamente a los anticuerpos contra ella que contiene su sangre, de manera que una vez extraída la misma se separan los glóbulos y se depura el componente líquido hasta obtener el suero con anticuerpos.

En el caso de la Covid-19 ningún ser humano podía tener anticuerpos cuando el virus, recién nacido por mutación, se mostró capaz de colonizar a nuestra especie; la invasión fue tan fácil como masiva, como desgraciadamente venimos comprobando.

Pero a estas alturas del avance de la pandemia, hay en nuestro planeta un verdadero ejército de seres humanos que ya ha tenido contacto con el nuevo virus y que ha sido capaz de generar anticuerpos; desgraciadamente algunos han muerto, algo que no pretende ni éste ni ningún otro agente infeccioso, ya que su éxito está en multiplicarse dentro de las células del atacado, salir y buscar nuevas víctimas.

Los que se han curado por padecimiento de la enfermedad son un verdadero tesoro inmunológico, porque han generado anticuerpos y su plasma podría constituir una esperanza para sus semejantes, si la medicina y la ingeniería genética logran aislarlos, manipularlos y utilizarlos en seroterapia.

Pero hay algo más: una de las características más preocupantes de la pandemia es que todo parece indicar que los asintomáticos son capaces de contagiar, lo que dificulta extraordinariamente la prevención de los contagios; pueden ser decenas o cientos de miles, y ellos también seguramente se han cargado de anticuerpos, incluso los que ni siquiera sospechan que han padecido la enfermedad por haberla confundido con un simple catarro.

Como tampoco sabemos exactamente cuándo se produjo en China la mutación originaria de la pandemia, no podemos decir con exactitud desde cuándo se está inmunizando de forma pasiva esta población silente, pero el pasado invierno ha sido pródigo en "gripes atípicas" o en "catarros" de larga duración. Los médicos de familia saben bien que han tenido que atender a muchos pacientes con este tipo de síntomas, muchos de ellos no coincidentes con exactitud con los de la gripe estacional.

No sería extraño que las campañas recién iniciadas en España para que la población que ha superado la enfermedad, que ya se acerca hoy a las quince mil personas, permanezca en contacto con los servicios médicos que los han atendido. ¿Podríamos asistir a una campaña masiva de donación de plasma? La posibilidad no parece desdeñable, ya que la seroterapia llegará con adelanto respecto a la vacuna.

Pero falta todavía mucho por saber, en función de lo reciente de la aparición de la pandemia. Algunas preguntas de interés serían ¿duran los anticuerpos por padecimiento lo suficiente para poder ser empleados en seroterapia? ¿Quedan inmunizados los curados por un tiempo largo o incluso por tiempo indefinido?

Es tiempo de investigación por parte de los científicos, de abnegación digna del mayor agradecimiento por parte de los profesionales que están en plena batalla y de colaboración de todos manteniendo escrupulosamente el aislamiento. De la mayor parte de los políticos, evidentemente no de todos, prefiero por el momento no acordarme.

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