En homenaje a los periodistas Rafael Serra José Antonio Montero y Miguel Miralles por su reciente Premio BBVA de Conservación de la Biodiversidad a su revista "Quercus", decana de la prensa ambiental. El artículo sobre el chinche invasor (Zelus renardii) publicado en su cuaderno 392 es la principal fuente de este artículo.
Aunque a nivel popular se le conozca internacionalmente como "Chinche asesino" que nadie se asuste, porque es un predador muy eficaz, pero sólo de insectos y otros invertebrados. Zelus renardii es propio delas regiones áridas del sur de Norteamérica y norte de México, y desde algunos años se ha aposentado en el levante español, muy especialmente en la Comunidad Valenciana.
Al decir "chinche" nos referimos a insectos del orden Hemípteros y suborden heterópteros, y en este caso no nos referimos a una especie muy conocida, sobre todo hace décadas, en el ambiente de los hogares humanos: el chinche de las camas (Cimex lectularius), el "asesino" del que estamos hablando ni siquiera pertenece a la misma familia.
Los primeros datos sobre la presencia de Zelus renardii en nuestra Península se remontan a 2015, cuando Luis Vivas descubrió la especie en una zona ajardinada de Valencia próxima al jardín del Turia; posteriormente, las observaciones se han multiplicado en Valencia ciudad y en localidades próximas.
Las plantas ornamentales, tanto las de matorral como las aromáticas, soportan frecuentemente en las áreas señaladas a los adultos del chinche asesino y así mismo a sus larvas y puestas, éstas formadas por varios centenares de huevos de color completamente blanco. Las plantas de hoja ancha son las preferidas para depositarlos.
Retrato del depredador
El chinche Zelus presenta un cuerpo muy estilizado y provisto de las características alas de los Hemípteros, que tienen una parte dura y otra membranosa (Hemiélitros). Su coloración general es anaranjada y rojiza: son muy llamativas sus antenas y sus seis patas, todas de gran longitud.
Lo más característico de su comportamiento depredador es la actitud erguida que toma para atacar a sus presas, de forma comparable a la de la conocida Mantis religiosa. Para evitar que sus víctimas escapen, las adhiere a sus patas por medio de una secreción pegajosa de sus tibias. Realmente no hay quien se salve del abrazo de tan eficaz depredador.
La importancia ecológica de la invasión
En principio el estudio realizado por Pablo Vera, Eduardo Pascual, Rubén Gracia y José Luis Greño , publicado en el cuaderno de octubre de Quercus, relata una más de las aventuras de nuestras especies invasoras, que en lo referente a los invertebrados supera ya el número de quinientas. La preferencia urbana del chinche que estamos comentando la hace particularmente fácil de observar, aunque no tanto de controlar.
La necesidad de dicho control no se limita al aspecto científico, que siempre aconseja evitar estas presencias indeseables de especies animales y vegetales foráneas, sino también a la premura por evitar que su acción pueda desequilibrar los ecosistemas en los que se ha detectado.
Porque el avance de un insecto de estas características puede hacerse imparable si no se toman medidas de inmediato, y las consecuencias de estas invasiones son imprevisibles.
Es cierto que el chinche asesino consume pulgones y otras plagas de las plantas ornamentales, en este sentido sería positiva su presencia, pero por otra parte sus preferencias se orientan hacia pequeños escarabajos que son precisamente los mejores devoradores de aquéllos, como los pequeños Crisópidos, de bellos reflejos metálicos que, por su belleza, figuran entre los "insectos joya".
No sólo han aparecido estos chinches en Valencia, sino también en diversas localidades de Alicante y Murcia: probablemente se estén extendiendo ya por toda la zona litoral mediterránea.
No se trata solamente de un visitante de las plantas de jardinería, ya que en los últimos meses se han hecho observaciones en las especies botánicas propias del matorral mediterráneo, como Lavandas, Jaras y Lentiscos, y también en las de los humedales.
Concluyen los citados autores del estudio que es muy posible que la especie esté ya tan asentada en nuestro litoral que sea imposible su erradicación y tengamos que acostumbrarnos a convivir con ella; en estos momentos no es posible determinar exactamente las consecuencias ecológicas de tal implantación, pero podemos aventurar que no serán buenas, y que su actividad depredadora sobre escarabajos podría incidir en notable aumento de las poblaciones de pulgones parásitos de las plantas urbanas y del Matorral Mediterráneo.
La presencia en Europa de estos invasores, que nos atrevemos a calificar por el momento de plaga, no se reduce al litoral mediterráneo español, sino también a Grecia y a Italia. Parece que han llegado para quedarse.
Insistimos en no confundir a estos chinches invasores con nuestros viejos enemigos los chinches de las camas, que por cierto han vuelto a reaparecer parasitando nuestros lechos, en zonas donde llevaban décadas erradicados.
La biodiversidad de los ecosistemas se ve muy seriamente amenazada por las especies invasoras, por lo que es justo agradecer a los investigadores que trabajen en estos aspectos tan poco espectaculares para el gran público. Convencer a la Administración de que es necesario destinar recursos a la lucha contra estos enemigos será la siguiente prueba que deben afrontar los científicos.