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Miguel del Pino

Bisontes contra el fuego

Tras varias décadas de trabajo, el bisonte europeo sigue figurando en el libro rojo de las especies en peligro.

Tras varias décadas de trabajo, el bisonte europeo sigue figurando en el libro rojo de las especies en peligro.
Ejemplar de bisonte europeo | Wikipedia/CC/Michael Gäbler

En la Europa del Paleolítico el hombre conoció dos grandes herbívoros: el Bisonte y el Uro. El primero es un animal forestal, el segundo estaba adaptado a vivir en las llanuras herbáceas.

Lamentablemente en el caso del Uro (Bos primigenius) hablamos del pasado, ya que la especie se extinguió en tiempos medievales. El bisonte europeo (Bison bonasus) estuvo al borde mismo de la extinción, pero en los últimos segundos de su reloj biológico se consiguió su salvación, que hoy parece bien asentada.

El bisonte europeo, Bison bonasus es más ligero en su aspecto que su pariente el bisonte americano Bison bison, habitante de las praderas norteamericanas donde formaba manadas de millones de ejemplares antes de la llegada de los europeos. Es un caso típico de dos especies muy próximas que se especializan en nichos ecológicos diferentes, el forestal y el de llanura respectivamente en nuestro ejemplo.

En sus bosques ancestrales, los bisontes europeos vivían formando pequeñas manadas que se podían reunir en grupos mayores cuando las nevadas hacían difícil encontrar alimento. Un gran macho las presidía, mientras los ejemplares más viejos, perdedores de peleas con los jóvenes, se retiraban hacia los límites externos del territorio.

Cuando la fauna europea se encontraba más o menos en equilibrio, es decir hasta tiempos medievales, los bisontes tenían al lobo como principal predador; en la actualidad los supervivientes europeos carecen de enemigos, salvo las enfermedades, a las que son propensos por su debilidad inmunológica derivada de la alta consanguinidad que ha sido necesaria para recuperar efectivos a partir de los pocos ejemplares de origen.

Fue en el año 1929 cuando el gobierno polaco tomó la decisión de establecer un plan para la salvación del bisonte europeo, cuando apenas quedaba en aquel país medio centenar de ejemplares. Se había dado la triste circunstancia de que la última manada salvaje, que se alojaba en el bosque de Bialowieza había sido casi extinguida al asentarse cerca de esta reserva una división del ejército alemán durante las operaciones de la Gran Guerra.

Desde la base de la reserva polaca comenzó a desarrollarse la tarea de recuperación, repartiéndose ejemplares por diferentes zoológicos, como los españoles de Madrid, Barcelona y Santillana del Mar. Especial éxito en los primeros años tuvo Barcelona, aunque la proximidad del Zoo de Santillana a las Cuevas de Altamira donde lo inmortalizaron los primeros artistas humanos hizo especialmente popular el bisonte de este recinto.

Tras varias décadas de trabajo, el bisonte europeo sigue figurando en el libro rojo de las especies en peligro. Sus 4.800 ejemplares actuales, 2.000 de ellos prácticamente en libertad, permiten albergar el optimismo pero es pronto para bajar la guardia, especialmente, como antes indicamos por la falta de vigor genético de los animales supervivientes.

En varios artículos anteriores nos hemos referido a la importancia ecológica del toro bravo como guardián del ecosistema de las dehesas ibéricas. El toro es una recreación casi milagrosa del uro extinguido; su crianza y la plus valía económica que implica, resultan muy importantes para mantener esa "falsa sabana" tan importante para la fauna silvestre.

Si con el uro perdimos al bovino europeo de llanura, con el bisonte perderíamos a su equivalente en el bosque.

Por eso sería muy importante conseguir una recuperación del bisonte europeo que permitiera el desarrollo de sus manadas, cortas siempre en número, en buena parte de nuestros bosques amenazados por los incendios. No se conoce ninguna forma mejor para desbrozar el monte, limpiar la maleza y aclarar el ramaje permitiendo la llegada de la luz al suelo, que la presencia de bisontes en el hábitat forestal.

Estos gigantes comen más de 250 plantas diferentes incluyendo ramas de árboles de los que llegan a procesar la madera con su dentadura. Especialmente apetitosos son para el bisonte los bosques caducifolios, como el fresnedal, el hayedo o los macizos de arces. Sólo rechaza como alimentación las acículas de las coníferas y precisamente hacia los bosques de coníferas fueron empujadas por el hombre sus últimas manadas salvajes naturales.

Todavía parece utópico pensar en bosques españoles habitados por estas hermosas moles que resultan completamente inofensivas para el hombre, al que procuran esquivar y al que jamás atacan. Es bonito imaginar 3.000 hectáreas de monte dando cabida a unos 300 bisontes europeos, que supondrían la máxima densidad de población asumible por tal extensión.

En un bosque regulado por el ramoneo de los bisontes, auténticas "supercabras" en este sentido, crece mejor la vegetación del matorral de base, serían mucho menos frecuentes los incendios y se abrirían nuevas posibilidades de explotación, todo ello sin peligro alguno para los humanos. ¿No resulta la empresa suficientemente atractiva?

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