Regular no es lo mismo que prohibir, y parece que las tiendas de animales de la Comunidad de Madrid no se verán afectadas de momento por los decretos que han estado en fase de estudio y amenazaban con prohibir la presencia de animales, al menos perros y gatos, en este tipo de establecimientos.
En una primera impresión muchos amigos de los animales estarían de acuerdo con una medida tan drástica: tiendas de mascotas sin mascotas, pero ante este panorama se plantean una serie de preguntas, algunas de compleja respuesta:
- Si en las tiendas de animales no hay animales ¿dónde comprar una mascota?
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¿Se trataría de una medida socialmente justa con unos establecimientos que pagan sus impuestos y que en la mayor parte de los casos no incumplen leyes ni reglamentos?
Hace varios años la Comunidad de Cataluña fue pionera en una medida que hay que aplaudir sin reservas: la prohibición de exhibir perros y gatos en los escaparates de las tiendas. Otras comunidades, Madrid entre ellas, se sumaron muy pronto a esta iniciativa, muy importante a la hora de evitar las compras compulsivas de mascotas.
Una mascota, sea cual sea su especie, debe llegar a un hogar cuando hay un verdadero consenso entre todos los miembros de la familia. Debe tratarse de una decisión meditada, sopesando los pros y los contras y calculando las posibilidades de todo tipo de que se dispone para asegurar el bienestar del animalillo elegido. Comprar porque un niño se ha entusiasmado ante una mascota expuesta en un escaparate es un verdadero disparate, pero las tiendas de animales sufren una disminución de las ventas si no las exhiben. ¿Cuál es el resultado de la experiencia?
Hay que decir que las tiendas especializadas respondieron de una manera ejemplar a la nueva legislación. Ya es muy raro ver expuesto un animal en un escaparate, de manera que parece justo felicitar a estos comerciantes y otorgarles un margen de confianza para el futuro.
Por eso parece muy exagerado elevar el listón de la exigencia de manera que no sólo no puedan mostrar los animales al exterior, sino ni siquiera alojarlos en sus instalaciones. Ya empezamos a caer en la exageración del falso proteccionismo animalista. Proteger por extinción, que no haya mascotas o haya un número mínimo de ellas, y desde luego no es éste el camino.
Si los comerciantes no pueden tener animales en las tiendas, volvamos a la pregunta de dónde adquirirlos, considerando de manera muy especial los aspectos fiscales de la operación mercantil. Un comerciante establecido puede extender una factura y ofrecer las necesarias garantías veterinarias y raciales. El contacto directo con los criadores sería una excelente opción, pero hay que evitar caer en un mercado de intrusismo donde cualquier particular se convierte con facilidad en un vendedor de mascotas que puede cobrar en negro y no se ve obligado a pasar por el control de la Agencia Tributaria.
En estos momentos la legislación es bastante restrictiva como para tener que ampliarla en sus exigencias. Un criador de pájaros, para enviar sus excedentes de la temporada a una pajarería, tiene que estar establecido como núcleo zoológico, con una serie de exigencias burocráticas que muchas veces no son sencillas de cumplir por quien cría a pequeña escala sólo por diversión o deporte; sin embargo necesita, cada año, dar una buena salida a dichos excedentes, con los que seguramente se habrá encariñado, pero para los que no dispone de suficiente espacio.
Reconsiderando el excelente comportamiento de los comerciantes, vemos que muchos de ellos se han regulado a sí mismos y ya no ofrecen perros ni gatos. Actúan ahora como intermediarios o representantes de los criadores profesionales. Hoy día hay suficientes medios audiovisuales como para poder ofrecer el animal buscado sin necesidad de que pase por la tienda, donde no tendría espacio vital ni posibilidad de realizar el ejercicio diario que necesita, especialmente si se trata de un cachorro.
Las pequeñas mascotas, como pájaros, peces, roedores, etcétera, pueden seguir en las tiendas siempre que éstas dispongan de instalaciones correctas. En la actualidad proliferan los cursos para formar profesionales capacitados como auxiliares de comercio o de veterinaria que son capaces de asegurar el buen mantenimiento de los animales durante el tiempo que permanecen en la tienda, que debe ser el más corto posible. La formación del personal, la mejora de las instalaciones y la vigilancia sanitaria son los pilares en que puede basarse la supervivencia de las tiendas de, o mejor sería decir para, las mascotas.
Con el lógico susto por los rumores acerca de ese decreto de prohibición que se cocía en los despachos, muchos profesionales se están organizando para exigirse a sí mismos un código de buenas prácticas que garantice el bienestar de los animales objeto de comercio: algo así como un distintivo de calidad basado en la correcta manipulación y el trato esmerado a los animales. Vamos por el buen camino.
Afortunadamente van desapareciendo las antiguas y muchas veces siniestras pajarerías donde distintas especies de mascotas se apelmazaban en jaulas inadecuadas y pequeñas, donde los olores y la falta de estética reinaban haciendo huir a cualquier visitante sensible. Hace ya bastantes años que en buena parte de Europa los comerciantes especializados en mascotas se ufanaban de que su tienda era de las más bonitas y limpias del centro comercial o del barrio. Así debe ser porque no tratan con una mercancía cualquiera, sino con seres vivos, merecedores del máximo respeto.
Por ahora no habrá prohibición, sino regulación. La pelota está en el tejado de los comerciantes que deben ser capaces de continuar el proceso de evolución de sus negocios en la linea que exigen los actuales amantes de los animales. Muchos sobreviven sólo comerciando con productos par las mascotas, otros, los que no renuncien a tenerlas deben ser capaces de mantenerse en constante evolución para no perder el favor de los amantes de los animales.