"Me siento muy orgulloso de ese momento", le dijo el presidente Obama a Jeffrey Goldberg. Se refería a cuando en 2013 le trazó una línea roja a Bashar Asad y después le permitió traspasarla con impunidad, dando marcha atrás cuando estaba a punto ordenar el lanzamiento de ataques aéreos. Parece que podemos decir sin equivocarnos que son pocos -si es que hay alguno- que estén orgullosos de la conducta de la Administración, entonces y después. De hecho, cunde tanto el malestar que al menos 51 diplomáticos del Departamento de Estado han firmado una carta interna de protesta, carta que ha sido filtrada al New York Times y al Wall Street Journal.
"Las razones morales para tomar medidas que pongan fin a las muertes y el sufrimiento en Siria tras cinco años de guerra brutal son evidentes e incuestionables", escriben en la misiva. "El statu quo en Siria seguirá presentando dificultades cada vez más desesperadas, si no desastrosas, de carácter humanitario, diplomáticas y relacionadas con el terrorismo".
En la carta se señala acertadamente que las bombas de barril del régimen de Asad contra los civiles son la "causa originaria" de "la inestabilidad que sigue atenazando Siria y toda la región"y se demanda el “uso sensato” de “armas a distancia y áreas” contra el régimen de Damasco, lo que “afianzaría e impulsaría un proceso diplomático más focalizado y firme dirigido por EEUU”.
No son desde luego los únicos que han manifestado su frustración. En 2014 un frustrado Robert Ford, embajador de Obama en Siria, abandonó el servicio exterior como protesta ante la catastrófica inacción política de la Administración en Siria. El secretario de Estado, John Kerry, se ha mostrado más circunspecto en público, pero es obvio que también comparte esa posición. Como ha escrito Goldberg:
En el último año, John Kerry ha visitado con frecuencia la Casa Blanca para pedir a Obama que viole la soberanía siria. Kerry ha pedido a Obama en varias ocasiones que lance misiles contra objetivos específicos del régimen, con la cobertura que brinda la noche, para "enviar un mensaje" a Damasco. El objetivo, ha dicho Kerry, no es derrocar a Asad, sino empujarlo, [así como a sus aliados] Irán y Rusia, a negociar la paz. Cuando la coalición pro Asad lleva ventaja en el campo de batalla, como ha ocurrido en estos últimos meses, no muestra la menor intención de tomarse en serio las súplicas de Kerry para negociar de buena fe. Unos pocos misiles de crucero habrían concentrado la atención de Asad y sus partidarios, ha aducido Kerry. "Kerry parecía un bobo con los rusos, porque no tenía con qué negociar", me dijo un alto cargo de la Administración.
Por supuesto, el presidente Obama no tiene ninguna intención de escuchar a sus diplomáticos ni a cualquier otra persona, salvo a tipos como Ben Rhodes, que le dicen lo que quiere oír. Es perfectamente obvio que el principal imperativo de Obama en Oriente Medio es mantener a Estados Unidos alejado de las guerras. Y eso es exactamente lo que hará, al margen de lo catastrófico que sea el coste para los intereses de Estados Unidos, para sus aliados y para la población no solo de la región sino de Europa, que se está viendo inundada de refugiados sirios.
Incluso la evidencia de lo ocurrido en Irak, donde su política ha resultado contraproducente (retiró las tropas norteamericanas y después tuvo que volver a enviarlas, en circunstancias mucho menos propicias), no ha conseguido que Obama deje de estar convencido de que él sabe lo que está haciendo y todos los demás están equivocados.