Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) no recibe la misma clase de publicidad que su organización matriz, con sede en Pakistán, pero ha resultado ser uno de los grupos terroristas más letales del planeta, y una amenaza directa para Estados Unidos.
Para saber lo mala que es AQPA, no hay más que ver el terrible vídeo de su ataque a un hospital militar en Saná, la capital del Yemen. El Wall Street Journal resume las atrocidades cometidas por los terroristas:
Un hombre armado se acerca a más de una docena de hombres y mujeres apiñados en el pasillo del hospital. Levanta su rifle de asalto con la mano izquierda, como si fuera a dispararles, pero luego alza la mano derecha y lanza una granada hacia la gente que se encuentra a unos pocos metros; cae a los pies de un hombre de aspecto frágil, encorvado contra un gotero, que la mira durante un instante; luego, una mujer se lanza para tratar de apartar la granada, con su túnica negra ondeando en torno a sí segundos antes de que explote.
Unas 63 personas murieron en esta despiadada matanza.
Si quieren saber por qué esto importa más allá de los límites del Yemen, consideren una detención que tuvo lugar hace quince días y que ha pasado bastante inadvertida, la de un técnico de aeropuerto en Wichita (Kansas), llamado Terry Lee Lowen. Fue detenido por planear hacer estallar un coche bomba en el aeropuerto de esa misma ciudad. Por suerte, el FBI estaba sobre la pista y el hombre que Lowen creía que le estaba ayudando resultó ser un agente federal. Es fácil que, en el somero relato informativo del arresto, se pasara por alto el hecho de que el detenido es un yihadista devoto de AQPA, cuyo frustrado acto de violencia fue inspirado por el difunto propagandista de la organización Anuar al Aulaqui, nacido en Estados Unidos.
Por supuesto, la amenaza de los terroristas yihadistas no se limita a AQPA, ni mucho menos. Las secciones iraquí y siria de Al Qaeda, por ejemplo, siguen siendo especialmente activas y particularmente letales. Los atentados de Al Qaeda en Irak se han vuelto tan habituales que apenas salen ya en las noticias (tomemos, por ejemplo, el caso de la noticia, poco destacada, de un atentado en el que murieron 23 peregrinos chiíes que iban de Bagdad a Kerbala).
Tengan presente todo esto cuando lean acerca de propuestas para reformar o frenar a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). ¿Qué hay en la escena internacional que haga que tanta gente se muestre tan segura de que no necesitamos la clase de amplia vigilancia que la NSA ha estado realizando desde el 11-S? Tenemos suerte de no haber vivido otro 11-S en suelo norteamericano, pero nuestro éxito frustrando planes terroristas se debe en parte a las mismas medidas que ahora se consideran controvertidas y que es probable se reduzcan.