Después de seis años y más de 12 millones de dólares, el Informe Chilcot británico presenta unas conclusiones sobre la guerra de Irak a las que habría podido llegar cualquiera que hubiese leído los periódicos cada día, y sobre todo libros como Endgame, de Michael Gordon y Bernard Trainor;Fiasco, de Tom Ricks; The Unraveling, de Emma Sky, y otros muchos. A saber: se fue a la guerra a partir de unos supuestos equivocados sobre las armas de destrucción masiva (ADM) de Sadam Husein, y con una planificación inadecuada para la etapa posterior a su derrocamiento. Otras conclusiones del informe –en concreto, que la contención habría seguido funcionando, pese al escandaloso abuso del programa Petróleo por Alimentos de Naciones Unidas– deben mantenerse dentro del ámbito especulativo. Lo único que ha aportado al conocimiento público son más detalles y ridiculeces (por ejemplo, que uno de los informadores del MI6 sobre las ADM iraquíes inventó sus afirmaciones a partir de la película La Roca, protagonizada por Sean Connery).
Ni siquiera los partidarios más acérrimos de la guerra negarían a estas alturas las ideas básicas del informe. Ahora los errores son evidentes para todos. No obstante, ¿en qué se diferenció exactamente la guerra de Irak de otros conflictos anteriores? ¿En qué se diferenció de la Primera Guerra Mundial, cuando se dijo que las grandes potencias se encaminaban como "sonámbulas" hacia un conflicto que nadie quería? ¿En qué se diferenció de la Segunda Guerra Mundial, de la que Winston Churchill dijo que era una “guerra innecesaria” porque se podría haber evitado con una mayor vigilancia del cumplimiento del Tratado de Versalles? ¿En qué se diferenció de la Guerra de Vietnam, iniciada en gran parte por dos supuestos ataques contra dos barcos estadounidenses en el Golfo de Tonkín, de los cuales uno probablemente no tuvo lugar?
No solo hubo errores flagrantes en la fase previa a esos conflictos que elevaron la probabilidad de que se produjeran, también hubo graves errores en su conducción, especialmente durante las primeras etapas, que elevaron sus costes mucho más de lo imprescindible. Pensemos en lo mucho mejor que habrían estado Gran Bretaña y Estados Unidos en las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial si no se hubiesen desarmado en el periodo de entreguerras. Se habrían evitado fracasos como los de la caída de Francia, Singapur, Filipinas y muchísimos otros lugares, y la guerra se habría acortado considerablemente.
Y aunque no quiero subestimar el devastador saldo de la guerra de Irak –no solo para las tropas británicas y estadounidenses, sino para los iraquíes, especialmente–, palidece en comparación con el coste de la Guerra de Vietnam, por no hablar de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
A lo largo de la historia, ha sido frecuente que los países erraran al ir a la guerra y al librarla. Lo que distingue a las guerras buenas de las malas no es la manera en que se meten los países en ellas, sino cómo salen. Pese a todos los disparates que condujeron a la Segunda Guerra Mundial, y los múltiples errores en su conducción y finalización (que dieron lugar a nuevas conflagraciones en Vietnam y en Corea, y a la Guerra Fría), se considera que fue la guerra buenaporque sus principales consecuencias fueron la paz y la democracia en Europa Occidental y buena parte de Asia Oriental.
Aunque a los críticos con la guerra de Irak les cueste creerlo, ésta también se podría haber considerado un éxito si su consecuencia hubiese sido un Irak en la senda de la estabilidad y el autogobierno. Nadie cree que hubo alguna vez la posibilidad de una Suiza en el Éufrates, pero si Irak hubiese progresado hacia los niveles de desarrollo de Turquía se habría considerado un éxito rotundo. Y sí: soy consciente de que Turquía está gobernada por un líder cada vez más autocrático, y que se enfrenta a una amenaza terrorista cada vez más grave. Sin embargo,Turquía parece un paraíso comparada con el Irak actual. Por lo menos, ninguna de sus principales ciudades está controlada por el Estado Islámico.
¿Fue esto una posibilidad real alguna vez? Yo creo que sí. Después de los terribles errores cometidos por Estados Unidos en el desarrollo inicial, el presidente Bush acabó haciendo bien las cosas, aunque tarde, a raíz del surge. En 2010, esto es lo que pudo decir sobre Irak nada menos que el vicepresidente Biden, partidario de la guerra posteriormente devenido crítico de la misma:
Soy muy optimista sobre Irak. Quiero decir que éste podría ser uno de los grandes logros de esta Administración. Vamos a ver cómo 90.000 soldados estadounidenses vuelven a casa al final del verano. Vamos a ver en Irak que un Gobierno estable se transforma en un auténtico Gobierno representativo. He pasado tres meses allí (he estado ya 17 veces; voy cada dos meses, más o menos). Conozco a todos y cada uno de los principales actores en todos los segmentos de esa sociedad. Me ha impresionado. Me ha impresionado cómo han decidido utilizar el proceso político en vez de las armas para resolver sus diferencias.
Trágicamente, el brillante futuro que Biden preveía nunca llegó, en gran parte, creo, por la estúpida e innecesaria decisión de Obama de retirar todas las tropas estadounidenses en 2011. Los defensores del presidente dicen que no podría haberlas mantenido allí sin un Acuerdo sobre el Estatus de las Fuerzas [norteamericanas desplegadas en Irak] (SOFA) ratificado por el Parlamento iraquí. Pero ahora tenemos a miles de soldados en Irak sin ningún SOFA.
Algunos ya advertimos en su día de las "trágicas" consecuencias de la retirada, pero Obama optó por seguir adelante a pesar de todo. Por lo tanto, sacrificó cualquier oportunidad de salvar nada positivo de entre las equivocaciones, el horror y el baño de sangre de la guerra de Irak. Este es un aspecto de la guerra que el Informe Chilcot no roza siquiera, pero tiene una importancia directa para evaluar cómo hemos llegado al terrible caos en el que nos encontramos.