Tras discutir con su novia de toda la vida y muy reciente esposa por su absorbente dedicación al trabajo, el pasado viernes 21 de enero Jason Rivera, 22 años, dos de servicio en el NYPD, acudió al 119 Oeste de la Calle 135 de Harlem para sofocar otra discusión, mucho más banal, muchísimo más peligrosa, a cuenta de qué se come en esta casa entre una madre carnívora y uno de sus hijos, vegano.
Cuando Jason Rivera y otros dos compañeros llegaron al apartamento donde se estaba produciendo la gran bronca, el vegano, Lashawn McNeil, 47 añazos, con antecedentes por drogas, posesión de armas y agresión (a un policía) y en libertad condicional, salió de la habitación en la que se había encerrado y se lió a tiros. Lo acabaron matando, pero sólo después de que matara a Jason Rivera e hiriera fatalmente a Wilbert Mora, 27 años, policía de Nueva York desde 2018, finalmente fallecido el martes 25.
El funeral por Mora tendrá lugar este miércoles en la catedral de San Patricio, que también albergó, el pasado viernes, el de Rivera, a quien rindieron honores y homenaje miles y miles de compañeros, no sólo de Nueva York sino de muchas otras ciudades del país. Las imágenes hablaban por sí solas.
Today the "Defund the Police" movement died in NYC. pic.twitter.com/xshPUMq0Oe
— Ian Miles Cheong (@stillgray) January 29, 2022
El elogio fúnebre de la viuda de Rivera fue estremecedor. Dominique recordó las últimas palabras que oyó de su marido, ¿seguro que no quieres que te lleve a casa?, con las que pretendía asegurar la reconciliación. Puede que sea la última vez que pueda hacerlo. Pero ella, "probablemente sea el mayor error que haya cometido en mi vida", le dijo que no, abrió la app de Uber y pidió un coche.
Fue otra app, Citizen, la que más tarde le hizo espantarse y temerse lo peor. Habían disparado a dos policías en Harlem, "se me paró el corazón". Enseguida le mandó un mensaje y le preguntó, "te pregunté, ¿estás bien?". Por favor, dime que estás bien, le pidió, "sé que estás enfadado pero simplemente ponme un mensaje, dime que estás bien, o al menos dime que estás liado".
Finalmente Find My iPhone le reveló que su marido estaba en el Hospital de Harlem y le llamó, "y llamé y llamé otra vez, y otra vez". Hasta que finalmente la llamaron. Para que acudiera a ese mismo lugar.
Dar esos pasos viendo cómo todo el mundo me miraba ha sido el momento más escalofriante que he vivido. Nadie me decía nada. Decenas de personas me rodeaban pero me sentía sola. No podía creer que me hubieras dejado. Verte en una cama de hospital, envuelto en sábanas, no escucharte mientras te hablaba, me destrozó.
Estaba "y sigo perdida, en esta pesadilla que ojalá no hubiera tenido jamás", confesó una Dominique "llena de furia y rabia, triste y herida, desgarrada", que quiere seguir viviendo para que por ella lo siga haciendo su marido, Jason, su "Big Peel", el agente Rivera. Un agente que, como la inmensa mayoría de los 36.000 policías del NYPD, bramaba contra la agenda del todopoderoso fiscal de Manhattan, Alvin Bragg, izquierdista fanático de la cuerda deblasia que dice que lo que necesita una Nueva York con la criminalidad disparada (ha pasado de los 292 asesinatos de 2017 a los 485 de 2021) es "reducir y reimaginar [sic] el papel de la policía" (¡Defund the Police otra vez, con lo bien que les fue en 2020!) y hacer todo lo contrario de lo que hicieron Giuliani y Bloomberg para salvar a NY del marasmo suicida en que ha caído San Fransicko, ciudad zombificada. Así, en su demencial day-one memo, Bragg –que en noviembre obtuvo un abrumador 83% del voto en unas elecciones en las que votó un ridículo 20% del censo– abogó por despenalizar, perseguir y relajar a mansalva; para que, por ejemplo,
1) los atracos a mano armada sean considerados sólo hurtos si los criminales que aterrorizan a los tenderos de barrio no consiguen llevarse mercancía por valor de 1.000 dólares;
2) no se acuse de narcotráfico a un tipo con, qué sé yo, 50 kilos de coca en el maletero si no se le pilla literalmente con las manos en la masa de la transacción;
3) no se presenten cargos contra quienes se resistan a un arresto. "De ahora en adelante", vaticina el exfiscal de distrito Tom Hogan, "lo que puede esperar el NYPD es que cada detención se torne una trifulca en la que la única persona que puede acabar acusada de un delito sea el agente de policía". Sobre todo teniendo en cuenta que en la Fiscalía hay un tipo (good news, criminals!) contrario a que la Policía maneje bases de datos de bandas callejeras y sin embargo pretende crear una de malas prácticas policiales…
Piensen ahora en Wilbert Mora y en Jason Rivera. Y en Dominique en la catedral de San Patricio dando voz a su marido asesinado por un convicto que estaba con la condicional (por supuesto, Bragg es muy partidario de la condicional: "Ahora, la Fiscalía tiene una carta modelo con la que rechaza las peticiones de libertad condicional. Nosotros vamos a hacer lo contrario", declaró en junio del año pasado), posteaba en Facebook consignas contra las fuerzas del orden y se deleitaba con vídeos de raperuzos justicieros en los que salen indeseables encañonando polis con la excusa del Black Lives Matter (diez años después, "el peor enemigo de los negros americanos" sigue siendo negro y americano).
"Y aunque ya no estarás nunca más aquí, quiero que, a través de mí, vivas", leyó como pudo Dominique, cabizbaja. "El sistema nos sigue fallando. Ya no estamos a salvo, ni siquiera los miembros del cuerpo", prosiguió apagada y temblando. "Sé que estabas cansado de todas esas normas, especialmente de las del nuevo fiscal, que ojalá esté ahora mismo viéndote mientras hablas": y entonces Dominique se tragó la rabia y levantó la mirada y calló, la única vez en sus once minutos de alocución. Entonces, los compañeros y seres queridos de su marido se fueron alzando, poniendo en pie, y la arroparon con una ovación contenida, clamorosa. Después de la cual Dominique, a la que se escucha moquear y decirle a su madre "¡ay, mamá!", se recompone para concluir:
Estoy segura de que nuestra familia azul está cansada también, pero te prometo, te prometemos que tu muerte no habrá sido en vano. Te amo hasta el fin de los tiempos. Desde aquí, te tomamos el relevo.
¿Con quién se alineará el alcalde y expolicía Eric Adams, con sus excompañeros que lloraron el viernes a Jason Rivera y el miércoles llorarán a Wilbert Mora o con su correligionario demócrata Alvin Bragg? "Aun cuando Adams prometió volver a la ley y el orden, Bragg se comprometió a ignorar[los]. Ahora, ambos tendrán que trabajar juntos, de alguna manera" (Hogan).
New York City blues, sombras sobre el Hudson.