Qué no escribiría mi querido Horacio Vázquez-Rial sobre esta nueva izquierda que nos ha tocado en suerte, no sabemos cuánta. Esta nueva izquierda atrasista, reaccionaria, tan violenta como la mafia piquetera de Cristina y sus k-chorros, que alza el puño comunista de los cien millones de muertos, que jalea a la sanguinaria tiranía bolivariana y se deja financiar por la misógina y homófoba República Islámica de Irán, donde se extermina a ateos, comunistas y demás sicarios extranjeros de los ayatolás.
Esta izquierda por lo demás compinchada con los alabarderos de la ETA y los indignasunos valencianos, gallegos y catalanes no es marginal, ya es izquierda mainstream con mando en plaza y 69 diputados en Cortes. A esta resentida izquierda tóxica, criminosa, liberticida, la acaban de votar más de cinco millones de exultantes, contra los que se podría escribir la versión española de La contenta barbarie.
La regeneración, para la izquierda siniestra, era esto, no la implacable lucha contra la corrupción de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), izquierda competente e ilustrada a la que escracharon a modo en las Jaulas Magnas y ahora han arrojado a las tinieblas de la política extraparlamentaria. Tania Sánchez dentro, Andrés Herzog fuera: no hay imagen que valga más que esta media docena de palabras.
En la derecha, el voto protesta no ha ido a parar a una formación ultra acaudillada por tipejos que vayan ensalzando a Mussolini y coreando himnos y consignas fascistas, sino a un partido que ahora se proclama de centro pero que se ha venido presentando como adscrito al liberalismo de progreso. Es decir, la derecha se ha vuelto contra los suyos apoyando a unos que no lo son o lo son menos pero que ensalzan las virtudes transversales del sentido común y la sensatez. En cambio, la izquierda se ha revuelto encumbrando a estos otros que son hunos y que no es que no hayan disimulado, es que se han ido abriendo paso vociferando precisa y arrogantemente que son lo que eran, una manga de radicales antisistema; y, a diferencia de en Venezuela, aquí radicales antisistema quiere decir enemigos jurados de las democracias liberales, aquellas que se asientan en lo que devastan las populares: los derechos y las libertades fundamentales. Esto lo explica de lujo Fernando Savater, al que la izquierda ni siquiera ha tenido la decencia de homenajear confiriéndole un escaño en el Senado. Al Senado, la izquierda regeneradora realmente existente manda a Ramón Espinar, el hijo del obrero.
Qué no escribiría mi llorado HVR sobre esta nueva izquierda impresentable, buena sólo para lo pésimo. Y sobre el país que la anda encumbrando, para satisfacción de la formidable prensa basura que la blanquea.