La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha vuelto a hacer. De nuevo se ha dejado utilizar, engañar por la China que es culpable, la China comunista de Wuhan y este nuevo orden mundial de las mascarillas y las mascaradas y la nueva normalidad resetera y matrixiana (¡We have been harmonised, Daniel!).
Un año largo después –130 millones de contagios, enseguida tres millones de muertos, la economía mundial desbaratada, ciudades que son corrales donde se encierra a la gente (¡bienvenidos a la aldea global!)–, la OMS ha publicado su Informe Wuhan que no es suyo y ni siquiera es un informe sino un abultado bodrio infumable que no se traga ni el lacayo Tedros Adhanom, ominoso Doctor WHO! al servicio de esa arma de destrucción masiva que es la República Popular China.
El mamarracho de 319 páginas no aclara ni el cómo ni el cuándo ni el dónde del origen del SARS-CoV-2 porque no se ha pergeñado para eso sino para que China se siga escaqueando o, el colmo, chuleando con sus acusaciones sinvergüenzas contra los otros, especialmente contra estos Estados Unidos que se dejan (y, claro, luego pasa lo que pasa).
Se chulea tanto esta China escandalosamente impune que esta vez, otra vez, se le ha ido la mano y hasta Sancho Tedros Adhanom ha dicho basta –a su manera Panza– y pedido que se sigan analizando datos y elaborando estudios para llegar a “conclusiones más robustas” que las que se desprenden del Informe Wuhan de la OMS que no es de la OMS porque lo apañaron mayormente científicos chinos a sueldo del Estado chino que negaron a los emisarios de la OMS los raw data sobre los que armaron sus conclusiones que no concluyen nada (salvo que el coronavirus que nos está amargando la vida no fue diseñado en un laboratorio: el análisis de su genoma lo descarta).
Sí, así fueron las cosas y así se las estoy contando: la OMS se rebajó a que la investigación la desarrollaran científicos del país que avisó fatalmente tarde al resto del planeta, del país reincidente que ya ocultó un brote de SARS en 2003 y obligó a la propia OMS a cambiar sus protocolos internacionales de información y cooperación; del país que le sigue negando pleno acceso a datos e instalaciones cruciales para determinar cómo, cuándo, dónde se originó este coronavirus que es una plaga veterotestamentaria. La OMS, en fin, se prostituyó de tal manera que consintió que las conclusiones de su informe fueran sometidas a aprobación/censura previa por parte de su proxeneta. Vaya tela.
Por eso EEUU, Australia, Japón, Canadá, el Reino Unido demandan que se acometa una investigación independiente, “libre de interferencias e influencias indebidas”. Por eso hasta la meliflua UE ha levantado –un poco– la voz para decir lo mismo. Y es que “ya nadie cree a China”, salvo los medios progres yanquis que parasitan los nuestros y el muy miserable del Gran Felón.