Estas elecciones nacionales han permitido a los demócratas argentinos volver a abrigar la esperanza de retomar el rumbo de libertad, justicia y derecho que el pueblo se otorgo a sí mismo, con el liderazgo de Raúl Alfonsín, en octubre del 83, luego de los siete años de la peor dictadura sufrida en nuestro suelo. Ahora, tras al menos siete años de kirchnerismo autoritario, por momentos totalitario, con elementos del fascismo, del maoísmo, del stalinismo y del macartismo, el país busca una senda de normalidad y paz, con el liderazgo probable de Mauricio Macri y habiendo aventado la amenaza de que un acusado por el periodismo de ser un delincuente mafioso, narcotraficante y homicida, el jefe de Gabinete y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el kirchnerismo, Aníbal Fernández, se haga con el poder en la provincia más populosa y dueña del 37 por ciento del electorado nacional.
María Eugenia Vidal, la candidata de Macri a esta misma provincia, una recién llegada como candidata a gobernadora, muy joven, agradable y cálida profesional, todo lo contrario de lo que se suponía era imprescindible para ganar en ese territorio, se ha alzado con el triunfo. Es un resultado inesperado, estimulante y revolucionario. Sólo comparable al triunfo del candidato radical Armendariz, en la misma provincia, en el ya mencionado año 83. El macrismo ya gobierna la capital federal y, junto al frente Cambiemos, ahora también gobernará la provincia. Todo parece indicar que, con un muy probable Macri presidente, podrán, desde este triángulo, desintoxicar el país de la catástrofe que representó el kirchnerismo: derogación de las libertades públicas, corrupción estrafalaria, pactos con Irán para encubrir la masacre de la AMIA, encubrimiento del crimen del fiscal Nisman.
Daniel Scioli, el candidato a presidente y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires por el kirchnerismo, aspiraba a ganar en primera vuelta por una distancia de al menos diez puntos del segundo, el propio Macri. No sólo ha perdido la provincia de Buenos Aires: no ha logrado sacarle ni tres puntos de ventaja a Macri, y todas las apuestas están en su contra para el balotaje del próximo 22 de noviembre.
Los motivos de la virtual derrota de Scioli son múltiples. Daniel Scioli ha sido un pésimo gobernador de la provincia de Buenos Aires. En ese extenso y poblado territorio prácticamente no existen la ley ni las mínimas normas de convivencia. Los más adinerados viven detrás de muros de seguridad y barrios privados; los más pobres padecen el azote diario de la inseguridad. El narcotráfico, la corrupción, el juego ilegal, la falta de infraestructura –ausencia de cloacas, de redes de gas y agua...– son problemas crónicos que no han hecho sino empeorar durante el sciolismo. Mientras que la ciudad de Buenos Aires logró palear el problema de las inundaciones, en la provincia la situación sólo ha empeorado. Por otra parte, Scioli es una persona de una inteligencia terriblemente limitada, apenas si puede repetir lo que le dicta Cristina Fernández de Kirchner, que lo maltrata como una directora a un alumno lelo, y le ordena con pelos y señales cada discurso: no sólo en cuanto contenido, sino a qué hora debe pronunciarlo, con qué tono, dirigido a quién. Las pasadas elecciones, por ejemplo, luego de arremeter con un inesperado discurso kirchnerista, cuando era obvio que no había logrado ganar en primera vuelta, prometió que regresaría a su búnker de campaña para evaluar la situación en una hora, y nunca regresó. La mayoría del público especulaba con que Cristina le había impedido volver a hablar, o bien no le había dado ninguna orden, por lo que Scioli no sabía qué hacer. Su incapacidad de comunicación llega a tal extremo que, cuando le preguntan acerca de algún tópico sobre el que Cristina no le ha ordenado una respuesta, responde cualquier cosa, sin relación con la pregunta. Es fácil googlear las entrevistas y constatar este fenómeno. Si no fuera trágico, podría tratarse de un personaje humorístico.
Scioli representa lo peor del kirchnerismo, más su propia inefectividad. Luego de la terrible crisis del 2001, en que, aún sangrando por las heridas de la inestabilidad, los argentinos privilegiaron la autoridad por sobre la libertad, ahora este pueblo que supo inaugurar el más largo y exitoso período democrático latinoamericano juzgando de modo inédito a los criminales militares de la dictadura de Videla, se propone salir finalmente del pantano autoritario kirchnerista, quizás juzgar a los sospechosos de los peores crímenes de corrupción que vivió nuestra reciente democracia y retomar el rumbo de la libertad institucional e individual.